jueves, 2 de octubre de 2014

HIJOS DE PERUN - UNA NOVELA CORTA DE M.M. - PARTE 1 CAPÍTULO 1

NOTA PREVIA: Perun es, en la mitología eslava, el dios supremo portador de la luz, la vida y el rayo como símbolo y arma; su versión de Zeus, por asi decir.Lo aclaro porque es lo primero que van a preguntar.Que lo disfruten.

1-    Cruzando los muros del tiempo

Día 0

-          Bien, chequeando,¿ equipaje?
-          Listo para enviar.
-          ¿Dinero?
-          Listo.
-          ¿Documentos?
-          Listo.¿El pasaje lo tienen ustedes,no?
El estallido de risa superó las dimensiones de la broma; solo una forma de explotar los nervios que nos invadían en cada viaje. Si, el pasaje lo teníamos nosotros; llevábamos haciendo el trabajo de tres generaciones de investigadores pero habíamos conseguido el pasaje interdimensional trabajando sobre los documentos que habíamos rescatado a lo largo de casi sesenta años de Nikola Tesla sobre distorsión temporal electromagnética, uno de esos trabajos que le habían valido la fama de científico loco que había acabado con su seriedad en los fueros científicos más que el desprestigio de mil Edison, pero lo habíamos conseguido. Yo llevaba casi quince años trabajando en el equipo internacional alojado en el antiguo complejo construido en Wardenclyffe, Long Island, después de dos generaciones de teslianos juntando dinero para la reconstrucción supuestamente como museo, y de que dos rusos locos dieran el primer paso, con eso disponíamos de la energía para cabalgar el espaciotiempo. Lo habíamos hecho prácticamente a escondidas, sobre todo del gobierno norteamericano que se había apoderado de un buen porcentaje de esos documentos y hecho catástrofes con ellos, lográbamos pequeñas hazañas escalonadas y las patentábamos para autosolventarnos, pero una vez logrado el suministro de energía necesario para lograr campos magnéticos adecuados para la distorsión temporal, habíamos invertido nuestras vidas en el proyecto Back to the Future; habíamos tenido que elegir cual hipótesis del viaje en el tiempo íbamos a manejar, y la interdimensional ganó en los pizarrones. Habíamos hecho la primera prueba con humanos en el 2041 y habíamos logrado pruebas documentales, pero jamás habíamos interactuado con la época, solo nos habíamos limitado a observar y fotografiar, no queríamos arriesgarnos a la paradoja por más que la dejáramos de lado y la filosofía reinante fuera “Lo que deba ser, será”. Nunca se podía estar totalmente seguro. Pero íbamos a tratar de romper el mito o hacerlo realidad: tratar de romper con la paradoja y afirmar nuestro axioma constatando de paso que la historia se escribe de todas formas y averiguando el porqué de muchos agujeros en la historia de nuestro mismísimo Dios del Rayo. Explorando las biografías más coherentes habíamos encontrado varios agujeros en la historia, y queríamos aprovecharlos introduciéndonos en ellos, ya que lo inexplicable podía ser la causa del agujero (¿la paradoja o la idea de ser un viajero del tiempo?), y la zona donde hacía más agua su historia era su vida personal desde su partida de Europa en adelante. Bueno, su vida personal no distaba mucho de la nuestra, no en vano además de ser el Dios del Rayo era el Dios de los Geeks; pero una vida afectiva satisfactoria en su niñez y adolescencia, la falta de fracasos en su vida personal (al contrario, era una persona extraordinariamente sociable, casi un snob hubiéramos dicho de ser detractores) y la ausencia de rasgos obsesivos compulsivos severos en la mitad de su vida (que sabíamos que iban a terminar apareciendo en la nuestra como en la suya, la física y la ingeniería son sólo para obsesivos-compulsivos) no cerraba para que hubiera cancelado totalmente su vida sentimental corriendo detrás de lo increíble hasta cien años después. Y a mí me había tocado averiguarlo. No me había sido muy difícil levantar la mano al momento de decidir quién iba: cumplía los requisitos que él hubiera aprobado en una mujer, era  bastante delgada y mi nariz era de proporciones adecuadas, hablaba cuatro idiomas bastante fluidamente y leía otros cuatro, tenía un par de doctorados y bastante cultura general adquirida cuando aún los doctorados no habían chupado totalmente mi actividad sináptica, no usaba joyas ni perfumes y no me gustaban los objetos redondos condiciendo con lo cuadrado de la ingeniería; pero sentía que me iba a quedar en blanco y ponerme a chillar como una quinceañera delante de su estrella de pop favorita donde lo viera en persona, aunque otra de las razones para la elección había sido justamente esa calma fría con que me había habituado a enfrentar las adversidades: hasta había representado al grupo en dos investigaciones del Congreso queriendo saber a ciencia cierta qué demonios hacía un grupo de nerds reconstruyendo el complejo Wardenclyffe, y los convencí de que éramos algo así como una especie de Iglesia Tesliana inofensiva y casi logré el reconocimiento como culto de chiflados, que hubiera sido excelente para quedar exentos de impuestos, pero no lo hice para que todo nuestro esfuerzo no cayera en el descrédito que le valió su vida como inventor (de todas formas rediseñamos el lugar para que en cuestión de segundos, un mecanismo de mamparas y compartimientos ocultaran nuestra maquinaria donde viéramos las Hummer o los helicópteros negros acercándose; y habíamos tenido que usarlos al menos dos veces).De todas formas, nuestros aparatos distaban de los del siglo 19 en tamaño así que no era difícil, pero había que hacerlo en segundos. Otra razón era esa: dominaba el fin del siglo 19 por la sencilla razón de ser una steampunk desde los quince años, cuando Nikola y Jules Verne habían invadido mi vida y ya había decidido lo que iba a hacer de ella, y vestir un corsé día y noche durante tres días no me quitaba el sueño, era más, pensaba que eso era lo que me había mantenido en forma mientras mis compañeras de trabajo se dilataban en todas direcciones. Ya llevaba una semana trabajando con el corsé interior puesto como si estuviera allí, y me sentía tan cómoda como con una camiseta.
-Bueno, revisemos el plan de viaje:- dijo Aleksei, el ingeniero a cargo del generador principal- Primero, equipaje enviado a Central Station, con etiquetas para ser remitido a nombre de Miss Ann Anderson, Lady Woodham al hotel Gerlach, donde te hospedarás en la habitación 4432 que ya está reservada a tu nombre; llegada programada para las 6 AM en el South Pond de Central Park; vas a llegar no al amanecer, pero cerca; es casi primavera, el 10 de marzo de 1895,y tu estadía va a durar exactamente 72 horas, por lo que vas a estar exactamente en el mismo punto a las 6 AM del…
-Del 13 de marzo, pero ¿no es la fecha del incendio de su laboratorio?- todos nos miramos y entendí el propósito del viaje- Tengo que avisarle del incendio, ¿no?
-Exactamente; si no podemos evitarlo, al menos pondrá a salvo sus archivos o la mayoría, o su trabajo se perdería por completo, y justamente nuestra finalidad es saber dónde va a guardar todos los archivos que vaya rescatando, sobre todos los que actualmente siguen desaparecidos. Así que tienes 72 horas para calcular como haces para que un escéptico científico que vive en las brumas de Saturno te registre, no te rechace de antemano, trabar charla, que te crea que vienes del futuro y salir ilesa del asunto. Y si es posible, también avisarle del incidente de Colorado Springs…
-Y el final del proyecto Wardenclyffe. -dije, suspirando y mirando a mi alrededor. Nosotros y cientos de teslians antes que nosotros también habíamos dejado la vida en esa torre que nuevamente se erguía hacia los cielos vendiendo hasta pins y camisetas para conseguir el dinero; pero él estaba solo contra el mundo, y todo se limitaría a poner a salvo su conocimiento para que lo pudiéramos exhumar cien años después, quizás hasta antes de ser viable, como dijera un periodista entusiasmado, “adelantado no cien años, un milenio a su tiempo”. En un gesto automático me toqué las orejas: no usaba joyas ni bijouterie jamás pero siempre algún aro tenía puesto, y él odiaba las joyas con toda su alma. Aleksei me entregó lo que parecía un reloj de bolsillo de dama:
-Este es el temporizador, tiene la alarma puesta para quince minutos antes de la hora, así que sabes que cuando suene, tienes quince minutos para estar en el South Pond de Central Park de vuelta, estés donde estés; vas a estar completamente desconectada de nosotros; de ultima, si te retrasas, vamos a repetir el pulso diariamente a la misma hora en el mismo lugar por una semana, después si no vienes…Bueno, interpretaremos que quisiste quedarte.- sonrió con esa sonrisa tan parca suya; nunca demostraba nada pero tenía cierto talento para entrar en nuestros pensamientos. Aaliya me entregó un celular:
-Puedes llevar el celular, pero obviamente no comunicarte con nosotros; sí sacar fotos y filmar, discretamente claro, pero si New York era entonces como ahora, puedes bailar la danza de los siete velos en la calle tranquila que te van a dejar monedas en el sombrero.
-Es una buena alternativa si me tengo que quedar y no tengo trabajo.- me reí pero sabía que en la época, las artistas de varieté estaban un punto más abajo que las prostitutas, así que jamás lo haría.
-Solo acuérdate de que si estas en el laboratorio, se te va a descargar por completo, y si el campo magnético se prolonga, te quedas sin archivos.
-No te preocupes; estarán a salvo.-me pareció un poco obvia la recomendación, trabajábamos con intensos campos electromagnéticos y teníamos todos los soportes informáticos protegidos; pero ella lo captó en el aire:
-Trabajaba con gigavoltios, no te olvides; no se si el blindaje es suficiente. No vas a Colorado Springs, pero por las dudas, evita llevarlo contigo.
-Bueno, en movimiento, vamos a encender los generadores, todos a protegerse, Louise, te encargaras del control de coordenadas.-cortó seco Aleksei-Ve a vestirte mientras; posiblemente lo encuentres en el desayuno, así como que no lo cruces en todo el día, sabes que no era de horarios, te recomendaría instalarte y bajar a desayunar, la suerte existe y quien sabe.-me entregó un sobre de finísimo papel con grabados- Es una invitación para una velada en el club de los 400 en el Waldorf Astoria esta noche, los Johnson van a ser los anfitriones así que va a estar ahí seguro si no lo encuentras durante el día; si no lo ves, no lo busques, él te va a encontrar. Pero primero preséntate a los Johnson, que estaban desesperados buscándole novia, y que sea lo primero porque hay una peligrosa competencia: Anne Morgan, la hija de John P. Morgan. Igual sus aros van a demorar su encuentro las 72 horas que necesitas.
-Capaz que me quedan sobrando 48.¿Que hago en ese caso?
-Pasea y conoce mundo real del siglo 19 que tanto te apasiona, y a las 5:45 ya estás en el lago; ese caso, te retiras y despachas el equipaje al depósito de Central Station para recuperarlo. Llevas efectivo suficiente para pagar tres noches en el Gerlach, comidas incluidas, trata de que no te roben, se que sabes defenderte, pero a veces no basta y no siempre va a haber policías ni galanes cerca para rescatar damitas en apuros y menos a las seis de una mañana de invierno.- me entregó un minitaser; al guardarlo, sentí que realmente iba a estar sola. Pero igual traté de esbozar una sonrisa que me salió un poco nerviosa.
-Si vuelvo bien, podemos poner una agencia de viajes turísticos en el tiempo.-él me miró y me puso las manos en los hombros:
-Vamos, a vestirte, que lleva tiempo. Sobre todo la ropa interior.-esbozó el chiste, pero se veía más nervioso que yo; se veía que pensaba que estaba poniendo en peligro a uno de sus chicos. Puse la mente en blanco lo más posible, sino no iba a subirme a la tarima y fui a vestirme con un elegante conjunto de viaje de dama de sociedad de 1895.Habiamos encargado toda la ropa, incluyendo las galas y la ropa interior a una sastrería teatral de Broadway y habíamos gastado una fortuna para que se viera bien elegante; sabía que iba a codearme con la alta sociedad que Tesla frecuentaba en ese momento, y no podía verme fuera de lugar ni por un segundo. Siempre había tenido fobia a ir sola a las fiestas (que va, a ir a una fiesta); ir a una fiesta de alta sociedad sola y casi un siglo y medio antes me desbordaba, pero tenía que hacerlo.
Cuando salí de nuestro cuarto de descanso, vi de reojo el fogonazo del envío del equipaje a la Central Station, donde se suponía que había llegado de Filadelfia, como la viuda de un diplomático inglés en la Argentina que había vuelto a su país y viajaba a New York especialmente para asistir a la velada de John y Katharine Johnson, los mejores amigos de Tesla, quienes seguro harían un esfuerzo soberano por recordarme, pero terminarían incluyéndome en la masa de damas que poblaban sus fiestas y veladas habitualmente sin preguntarse demasiado. Y seguro que me lo iban a presentar en su afán casamentero. Me acomodé de un zapatazo las botitas: las amaba, pero la protección de las suelas, previendo alguna demostración de esas que le gustaban tanto (y le valieron fama de mago de feria entre sus detractores) no las hacia precisamente cómodas. Siempre había añorado la Belle Epoque como una época de luces y sombras, pero sobre todo de cambios radicales; iba a conocer al gestor de la Nueva Era y ahora le tenía terror; pero me autoempujé y salí a la sala de comando, prácticamente a oscuras, entre mis compañeros moviéndose entre las tinieblas con antiparras y equipos de protección me sentí como si hubiera sido algo así como el fantasma de las Navidades pasadas moviéndome entre ellos; Aleksei, tras las suyas, tendió su mano para ayudarme a subir.
-Madam…- subí con una sombrilla apretada en una mano, y en la muñeca un bolsito muy primoroso; deseaba poder quedarme con todo, pero lo más probable era que perdiéramos todo menos lo puesto, e iba a depender de lo que tuviera puesto al regreso. Había planeado dejar el equipaje preparado y calcular coordenadas para recuperarlo, ya que no podía llevarlo conmigo, pero los terawatts de cada traslado eran prohibitivos. Aún no dominábamos el potencial de la torre.-¿Listo?
-Listo.-solo dije.
-Bien, comenzamos conteo…- una luminosidad azul comenzó a llenar la sala, como un leve resplandor que aumentaba progresivamente, y una especie de engarrotamiento me invadió.No era de asustarme por tonteras, pero estaba al borde del pánico en el peor de los momentos; respiré y me relajé lo más posible, no podía abandonar la compostura en ese momento, sentí los chispazos hormigueándome sobre la ropa y la cara, lo único expuesto de la piel, todo riguroso algodón, lana y lino y los guantes de cuero, una especie de globo de luz se formó a mi alrededor, y el azul paso a ser una especie de pantalla que cubrió el laboratorio. Una sensación de disociación me invadió y cerré los ojos; una racha de aire frío me los hizo abrir.

Estaba parada a orillas del lago, en Central Park; un fino viento helado bajaba del norte y los primeros resplandores del amanecer se asomaban por entre los árboles, pero no había nevado por suerte. No había un alma a la vista; me acomodé el abrigo, la estola de piel, me aferré a la sombrilla dispuesta a arrancarle el alma a palos al primero que se arrimara y enderecé mis pasos taconeando hacia la 59 para buscar un carruaje que me llevara al Gerlach.

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