jueves, 9 de octubre de 2014

HIJOS DE PERUN- Cap. 3

Día 2

 Me levanté con bastante dolor de cabeza y por momentos sin saber muy bien donde estaba. Me hacia acordar a mi época de viajera estudiante en Europa, cuando me subía al tren y no sabía dónde me estaba despertando, todos los trenes y todas las estaciones olían a mochilero mugriento y comida rápida árabe. Arreglándome las extensiones para hacerme el peinado abultado, se me pasó la hora y bajé a desayunar a las nueve y media; lamentaba no haber pedido servicio al cuarto la noche antes, pero ya se me había congelado el cerebro no afectado por el champan. Mi atuendo mañanero no pasó de largo de las damas que se dieron vuelta cuando entré, en medio de un silencio de milisegundos atronador seguido de murmullos y gestos en mi dirección; me hice la ciega y sorda y me senté tranquilamente a desayunar, cuando se acercó la infaltable lady Sylvia y su lavandinada hija.
-¡Buenos días, miss Anderson!¿Disfrutó la caminata anoche? – menos mal que sólo había sido una caminata. Dios mío, parecían espías rusas.
- Si, fue muy agradable,- le dije sin darme por aludida de ninguna insinuación- el señor Tesla es una grata compañía y fue muy gentil de acompañarme a pesar de demorarse en sus asuntos personales. Hacía mucho que no concurría a una de estas veladas, me sentí algo abrumada; pero hoy estoy mejor.
-Vimos que anoche le dedicó mucho tiempo, no es habitual en él; sabe repartirse por igual para todos. ¿Le comentó usted que vuelve a la Argentina?- dijo ponzoñosa sentándose a la mesa.
-Por supuesto, él sabe que mi vida está allá. ¿Por qué?- no pude evitar una mirada inquisitiva; en realidad la hubiera sacado a escobazos de mi mesa, pero tenía que formar parte del grupo. Eran solo 48 horas, me dije. Ella sonrió y se enderezó, sirviéndose te en la taza:
-Pensé que habrían conversado sobre su patria de adopción, nada más. Se los veía pasando un momento muy grato en el balcón.
-Es que cuando hay un lenguaje común, la comunicación es mucho más placentera, lady Sylvia. Como usted lo dijo: de ingeniero a ingeniero.- sonreí ingenua y también me serví te. ¿Habría sido ella una de las espías que cada tanto venía a  mironear, para llevar el chisme al grupo? Se acerco un camarero y me entregó un sobre con una nota; era un recado de él con su propio papel membretado:
“Estimadísima miss Anderson: estuve pensando en lo que hablamos anoche, y quiero comentárselo antes de la cena. La espero en Delmonico’s a las 7.”
Obviamente, lady Sylvia deseaba tener periscopios en vez de ojos para poder ver que decía el mensaje, pero lo guardé en el sobre y al bolso antes de que pudiera preguntar nada. Estaba desesperada por saber que decía, y trataba de tirarme la lengua como fuera, hasta que encontré una alternativa para dejarla contenta:
-Me ha invitado a su laboratorio esta noche junto con un grupo de amigos para una demostración.- le dije, y aparentemente se quedó conforme porque siguió hablando pamplinas más tranquila. Igual se las ingenió para arrastrarme a almorzar con un grupo de cotorras, y en cuanto pude me escapé con el pretexto de mi supuesta madre. Me escondí en el Metropolitan Museum (ni un cuarto del que conocía), pero parecía ser imposible para una mujer pasear sola; después de ser abordada por todo tipo de paseantes (al menos mucho mas correctamente de lo que estaba habituada), tuve que volver a escapar. Me interné en el Central Park, y me perdí entre los lagos y los puentes, entre institutrices paseando bebés orlados de puntillones, damas que paseaban aprovechando el liviano sol que se había decidido a animar un poco el fin del invierno y jinetes que paseaban a caballo por los senderos. Comencé a recuperar un poco la lucidez perdida, tanta actuación me estaba tensionando más de lo que me había imaginado, el papel me gustaba, pero sostenerlo más de 36 horas corridas era demasiado. A la vez seguía corroyéndome una duda: ¿cómo decirle a una persona que había superado el crack de 1893, que algunos comparaban con la caída de 1929, y se encontraba en la cresta de la ola, que esa ola se iba a desarmar estrepitosamente en manos de los mismos que creía tener comiendo de la mano como sus palomas? Casi estaba llegando a la conclusión de no decirle nada, total según nuestra hipótesis nada iba a cambiar, y desaparecer en su momento exactamente igual como si me hubiera subido a un barco rumbo a Buenos Aires. Me parecía hasta cruel y sin sentido, no encontraba el lugar donde encajaba ese engranaje en la historia, como para justificar la dudosa hazaña de destruir los sueños de un ídolo casi místico para nosotros. Me senté bajo mi sombrilla en una pequeña glorieta oculta al lado de un pequeño puente de piedra a seguir reflexionando, y como si lo hubiera invocado, apareció de golpe por un senderito entre las plantas silbando. Un remolino de palomas nos rodeó, y él sacó una bolsita de semillas del bolsillo.
-Miss Anderson, pero que agradable sorpresa. ¿Huyendo de lady Hastings?- dijo, con palomas paradas hasta en la cabeza; nunca me había parecido más un mago sacando palomas de la galera; una paloma blanca se posó en la mía, picoteándome las flores del sombrero. No hice un gesto y sonreí, si llegaba a espantarla, automáticamente también lo espantaba a él.- ¿Puedo ponerle semillas en el sombrero?´- me dijo y me reí:
-Por favor, adelante. ¿La hora de la merienda?
-Por supuesto. Estaba trabajando; a veces, cuando algo no me sale o me lleva mucho tiempo, salgo a dar una caminata y me despejo aquí. ¿Le molesta si me siento?- le hice un gesto y se sentó siempre en medio de la nube plumífera. Me tendió la bolsa, saqué un puñado de semillas y comencé a darles de comer en la mano.- La aprecian; no confían en cualquiera.
-Me gustan las palomas; bueno, me gustan todos los animales, sobre todo los gatos.- él sonrió.
-A mi también, me recuerdan los lugares de mi infancia; no fue fácil pero vista a la distancia fue feliz. Qué bien que la encuentro, no podía esperar a la noche para comentarle una decisión que he tomado, porque se la debo a usted. Como le dije en mi esquela, estuve pensando en lo que hablábamos anoche acerca de la necesidad de financiamiento y como asegurarlo, que es una de las peores partes de esta obra de teatro que represento a diario.- me di cuenta de que no era la única estresada por la representación continua; él podía ser él entre las paredes de su laboratorio, no en los salones del Waldorf Astoria- Le va a causar gracia, pero es cierto; siento que puedo confiar en usted, como una paloma.- se rio de una forma que jamás había visto en ninguna imagen conocida de él, suave pero con un brillo alegre en sus ojos azules como el mar a la distancia, me di cuenta de que se sentía libre al menos por un momento de esa sociedad opresiva victoriana; era un hombre de otro siglo, ni siquiera del siglo 21- Usted me resulta muy, ¿cómo decirle? muy continental, como les gusta decir acá. Firme y valiente como una alemana, pero mundana y elegante como una francesa; y libre como una serbia. Usted no parece nacida en este país.
-Una extraña mezcla, pero muchas gracias; Buenos Aires se está convirtiendo en una capital del mundo también, en un estilo más relajado, quizás eso tiene que ver.- dije, y me quité los anteojos de sol; no quería fastidiar no mostrando los ojos, aunque me traicionaran- La verdad, tuve miedo de que mi pequeña demostración de canne de anoche le hubiera molestado.
-Me parece excelente que una mujer sepa defenderse; va a llegar un momento en que las mujeres van a dominar todas las profesiones y van a andar solas por las calles; lo menos que deben saber es defenderse.
-¿Le parece que se va a llegar alguna vez a una sociedad dominada por la mujer, tipo panal de abejas?- esa siempre había sido una de mis grandes dudas respecto a sus supuestas opiniones.
-No, si se llegara a eso, se entraría nuevamente en desequilibrio; la mujer actualmente depende del hombre totalmente, y la sociedad se ha estructurado a su vez para que dependa del hombre, y eso es un disbalance absoluto. El equilibrio es la lógica del Universo, donde falle la armonía del conjunto se entra en desequilibrio y es inevitable la caída. ¿Conoce la teoría oriental del yin y el yang?-asentí; ese era el hombre que esperaba, me dije- Consiste en un equilibrio integrador de la energía en sus dos polos; a su vez, cada elemento contiene una fracción del opuesto, con lo cual el equilibrio se duplica. Y el hombre no puede ser más que reflejo del Cosmos, si no cualquier sociedad está destinada a su destrucción.-dijo, mientras las palomas comenzaban a levantar vuelo; un aire fresco comenzaba a soplar nuevamente desde el Norte- Aquí mi comentario: justamente, me di cuenta de que debía buscar un equilibrio en mi vida, y me di cuenta de que aunque parcial, quizás podía lograrlo con el matrimonio.- no moví un músculo, pero sentí que mi corazón se paralizaba-Quizás no sea mi Yin, quizás tenga mucha energía Yang; pero miss Morgan no es una mala elección; es una hermosa joven, culta y mundana, que se va a convertir en una hermosa, inteligente y fuerte mujer. Voy a hablar con Katharine para que nos presente y le propondré matrimonio; quizás así dejen de torturarme con banalidades y de paso, me aseguro el financiamiento.
Nos levantamos y echamos a andar. Intenté mantener la compostura, pero un cólico me bañó en un sudor adrenérgico. Había logrado lo que no queríamos: poner a prueba la teoría del futuro alterno; y me di cuenta de que en ese futuro alterno no había lugar para nosotros, que nuestra existencia no tenía nada que ver con un feliz esposo empleado de Westinghouse y subsidiado ad eternum por JP Morgan, sino con un genio ultraadelantado a su tiempo, frustrado y no solo carente de reconocimiento sino hasta vilipendiado y abandonado, que desarrolló un talento especial para la supervivencia que agudizó su ya superlativa inteligencia al máximo de sus posibilidades y la volcó al papel. Solo había una posibilidad, y era casi nula: que ella lo rechazara; y sabíamos que ella estaba loca por él y había muerto soltera dedicada masivamente a la beneficencia quizás por ese desdén amoroso, o sea incluso hasta su propia obra se perdería en la elección del matrimonio y los hijos, como era el mandato de la alta sociedad victoriana. No, no iba a rechazarlo, y acababa de cambiar hasta mi futuro, porque muy probablemente no tenía futuro donde regresar; debía haber empalidecido hasta el verde limón, porque se detuvo en sus zancadas.
-¿Está bien, miss Anderson?¿Voy demasiado rápido?
-Está bien, es solo un vahído; el corsé…- dibujé el pretexto; me hizo sentar en un banco.
-Siempre dije que es una prenda que debe desaparecer, anula la libertad del cuerpo de la mujer.- dijo, se veía que le gustaba opinar sobre todo; en mi época hubiera podido ser opinólogo en un talk-show de televisión, pensé- Extraño, una mujer que practica ejercicio…
-En mi patria adoptiva, no se es tan estricto en el uso del corsé; quizás no lo ajusto tanto habitualmente como estilan acá- dije con una sonrisa más pálida que mi cara, aunque las mariposas que me revoloteaban en el intestino no pasaban exactamente por el corsé.
-Salgamos del parque, no se ve bien; no vaya caminando al hotel, tome un carruaje por favor. Y si no se siente bien, no se sienta obligada al compromiso esta noche y repose…
-No, de ningún modo; me encantaría esta velada mas íntima…- si, con solo treinta personas, pensé- Descansaré un rato y me tomaré un tiempo sin el corsé.- intenté sonreír sin mucho éxito. El me miraba preocupado, y de repente dijo:
-¿Es algo que dije?- mierda, sí que tiene un sexto sentido, pensé, así que traté de reponerme lo mejor posible.
-¡No, para nada! Disfruto cada instante de su charla, señor Tesla, hasta quisiera tener más tiempo para conocer su laboratorio…-nos acercamos a una parada de carruajes.
-Suelo ir con un pequeño grupo de amigos a veces después de la cena; quizás pueda acompañarnos. El señor Twain vendrá después del teatro, es una excelente compañía.-eso me animó un poco, amaba a Mark Twain y si lo veía, creía que iba a saltar a besarlo- Bien, veo que eso le mejoró los colores, entonces ¿podrá acompañarnos? A las ocho, en Delmonico´s, no se olvide.
-Seguro que no me voy a olvidar; hasta luego, señor Tesla.-le dije y subí al coche; igual seguía con esa espina clavada en el costado como si se hubiera salido una ballena del corsé de su funda.
Pedí en el restaurante que me subieran un té con unas tostadas; intenté descansar un poco, faltaba un par de horas, pero la desesperación comenzaba a desbordarme, y no podía permitirlo; estaba más lejos que lo que jamás hubiera estado de mi hogar, porque estaba lejos en el tiempo, sola, con recursos totalmente limitados, era un piloto solitario en medio de un huracán y no podía darme el lujo de desesperaciones. Me acosté a pensar en todos los escenarios posibles, desde el optimista del rechazo de Anne Morgan o su padre, que si decía que no considerándolo de menor posición social por genio que fuera, era no aunque llorara y pataleara, hasta el de quedar varada sin un penique ahí, por la sencilla razón de que jamás aparecerían los Teslians como jamás aparecieron los Edisonians (que de vez en cuando nos peleáramos con algún idiota en Internet no quería decir que existieran) y que Wardenclyffe no pasaría de ser un museo dedicado a sus logros como el museo de Edison en Menlo Park. Todavía quedaba pendiente el desastre que se desataría en dos días, pero si tenía asegurados los fondos con semejante mecenas, lo reconstruiría más que pronto, además tenía asegurada las obras en Niagara Falls…O sea, solo reforzaría la idea de la necesidad del sponsor y un matrimonio por conveniencia, muy morganático valiera el juego de palabras. ¿Y se plantearía Wardenclyffe algún día, de ser así? O sea, podía ni llegar a existir la torre ni el laboratorio, así de simple, no olvidaba que ese proyecto había sido rechazado por el propio Morgan negándole los fondos para terminarlo por considerarlo antipráctico y no redituable…En síntesis, ya me veía teniendo que fugarme del hotel para reservar unos dólares para pagarme un pasaje a la Argentina y convertirme en una institutriz inglesa mas de los estancieros del sur o la alta sociedad de la avenida Alvear, quizás mi propia tatarabuela, ¿o aparecería de golpe nuevamente en mi punto de partida en el tiempo pero en la realidad planteada según esa línea, en el mejor de los casos? Sin un mecanismo que produjera la distorsión de portal electromagnético, lo veía muy difícil, casi mágico, pero bueno, solo quedaba esperar a ver cómo solucionar ese desastre. Primero, iba a ver que comentaba esa noche en la cena, porque si lo hacía oficial, iba a tener que actuar en ese mismo momento, y no era lo proyectado. Bien, de todas formas tenía en mente la eventualidad de quedar con horas de sobra, así que tampoco era gran cosa; me daba cuenta de que no me iba a costar convencerlo, con su apertura mental y con sus propios estudios sobre el tema; pero que iba a tener que demostrárselo sobre el pizarrón, seguro, así que comencé a diagramar una buena exposición, como si estuviéramos por presentarlo al Nobel de Física.
Estaba por fin allí sentada, entre lujosos paneles de terciopelo rojo y candelabros dorados, cubertería de plata, cristales y los más exquisitos platos que jamás hubiera podido costear ni oler siquiera en mi vida como becaria de ingeniería eléctrica en Columbia, entre invitados selectos y sus esposas que me miraban como una especie nueva de insecto exótico, pero con cierto toque de celos, como mas de alguna dejó deslizar en la conversación; pero no me importaba nada y hasta el vino francés me sabía agrio, seguía con la cabeza puesta en el único tema que me importaba, la posible boda de Tesla con Anne Morgan que iba a liquidar mi futuro por una maldita copa de champan de más. Por momentos me odiaba tanto que hubiera querido que los ladrones me degollaran, al menos hubiera muerto en la época de mis sueños, en otros casi se me saltaban las lagrimas, pero las reabsorbía como una especie de paño de cocina y sacaba de algún vericueto una sonrisa. Lo miraba a él disfrutando sinceramente la velada (aunque lo sorprendí en un momento en uno de sus habituales cálculos mentales de volumen de la comida servida; pero le perdonaba cualquier compulsión), hablando y escuchando, intercalando poemas en la conversación, frases en otros idiomas, era como estar subido en la mayor montaña rusa del mundo, pero con una caída de cientos de metros y así era el nudo que tenía en el estomago. Pero hasta el momento, no había mencionado absolutamente nada; a la hora del café no había pasado nada, evidentemente quería estar absolutamente seguro y todavía no habría hablado con los Johnson, la clave del manejo del tema. Pensaba donde me mandarían a tomar el café, si con las damas o compartiría habanos y brandy con los caballeros, que lo deseaba con el alma pero las convenciones eran las convenciones, y las odié: realmente, no era una época tan linda como la tenía idealizada. Fui a dar con las damas encantadas de que los caballeros me hubieran hecho a un lado pese a mis títulos universitarios; pero a su disgusto, como me expresó con un imperceptible gesto de sus ojos. Ya estaba más tranquila, al menos había ganado esa noche y eran más horas, pero igual iba a tener que abrir la boca al día siguiente como estaba programado; hasta llegué a incubar la idea de que se hubiera olvidado, como cualquier genio con un millón de cosas en la cabeza, y comenzaba a alegrarme cuando, poniéndonos los abrigos, se me acercó:
-Le pido perdón de rodillas, querida Ann,-me dijo algo compungido- pero usted sabe que no estoy de acuerdo con esta discriminación. Lamento mucho que no pueda acompañarnos, pero el circulo de ingenieros que frecuento no estaba muy de acuerdo…
-Hasta en que yo lo sea, ¿no?-puso una cara como diciendo “no tengo la culpa de que tengan la cabeza cuadrada como una caja de te”- No se preocupe, en mi …- casi dije “en mi época”- eh, en mi propio país los toma muy de sorpresa, he tenido que escuchar y hasta ver insultado mi decoro y puesto en duda mi honor sólo por haber estudiado entre hombres, así que no me extraña. De todas formas, ¿podría visitarlo mañana en la tarde?
-Si no le importa que no le preste atención, adelante; pero estaré trabajando con mis asistentes.
-Nada me gustaría más que verlo trabajar, señor Tesla. Le prometo que no emitiré un suspiro.-lo miré desesperada, se me saltaba el corazón de pensar en verlo en acción.
-Bien,-dijo después de un breve cabildeo- mañana a eso de las dos de la tarde…No, mejor las tres, porque voy a almorzar con los Johnson y puede que me demore. Ya sabe, tengo que hablar cierto tema.
-Bien, entonces a las tres. Hasta mañana.- dije con un nudo en la garganta; él me susurró al oído:
-Si quiere, venga sin corsé; si se desmaya, va a quedar en el suelo, y a nosotros no nos importa.-sin querer me reí. La verdad, no me daba casi el ánimo, pero me hizo reir.
-Veré, veré; hasta mañana, señor Tesla

Cuando ellos se fueron, si no hubiera estado en la puerta de Delmonico’s hubiera pateado las paredes gritando.¡¡Maldita sea, no se había olvidado!! Solo me quedaba una esperanza: la verdad y que una marcha atrás la tomaran como uno de sus giros sin tornillo. Pero no pude evitar que en el carruaje de regreso al hotel se me saltaran las lágrimas de furia.

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