martes, 7 de octubre de 2014

MY INVENTIONS- CAPS. 3 Y 4

Capítulo 3 - El campo magnético giratorio


A la edad de diez entré en el Gimnasio Real, que era una institución nueva y bastante bien equipada. En el departamento de Física había distintos modelos de aparatos científicos clásicos, eléctricos y mecánicos. Las demostraciones y experimentos llevados a cabo de vez en cuando por los instructores me fascinaron y fueron, sin duda, un poderoso incentivo para la invención. Yo también era un apasionado de los estudios matemáticos y, a menudo he ganado elogios del profesor para el cálculo rápido. Esto era debido a mi capacidad adquirida de visualizar las figuras y realizar la operación, no de la manera intuitiva de costumbre, pero como en la vida real,hasta un cierto grado de complejidad que era absolutamente lo mismo para mí si yo escribía los símbolos en la pizarra o les evocaba antes en mi visión mental. Pero el dibujo a mano alzada, a los que dedicaba muchas horas del curso, era una molestia que no podía soportar. Esto fue bastante sorprendente ya que la mayoría de los miembros de la familia sobresalía en el. Tal vez mi aversión era simplemente debido a la predilección que encontré en pensar sin molestias. Si no hubiera sido por un par de chicos excepcionalmente estúpidos, que no podían hacer nada en absoluto, mi expediente hubiera sido de lo peor.Fue un seria dificultad que el dibujo fuera obligatorio en el régimen educativo existente en ese momento, esta deficiencia amenazó con echar a perder toda mi carrera y mi padre tuvo considerables problemas en mi rodar de una clase a otra. En el segundo año en esa institución me obsesioné con la idea de producir un movimiento continuo a través de la presión de aire constante. El incidente de la bomba, de la que me han dicho, había incendiado mi imaginación juvenil y me impresionó con las posibilidades ilimitadas de un vacío. Crecí frenético en mi deseo de aprovechar esta energía inagotable, pero durante mucho tiempo yo anduve a tientas en la oscuridad. Finalmente, sin embargo, mis esfuerzos se cristalizaron en una invención que era para permitirme lograr lo que ningún otro mortal se haya intentado. Imaginé un cilindro que giraba libremente sobre dos rodamientos y en parte era rodeado por un canal rectangular que encajaba a la perfección. El lado abierto de la canaleta estaba encerrado por un tabique de modo que el segmento cilíndrico dentro del recinto divide este último en dos compartimentos totalmente separados entre sí por juntas de estanqueidad de deslizamiento. Uno de estos compartimentos están sellados y una vez para siempre agotado, el otro permanece abierto, y resultaría una rotación perpetua del cilindro. Al menos, eso creía yo. Construí un modelo de madera y lo equipé con infinito cuidado; cuando coloqué la bomba en un lado y observé que realmente había una tendencia a dar vueltas, yo estaba loco de alegría. El vuelo mecánico era la única cosa que quería lograr, aunque todavía tenía el recuerdo desalentador de una mala caída que tuve saltando con un paraguas de la parte superior de un edificio. Todos los días me transportaba a mí mismo a través del aire a regiones distantes, pero no podía entender cómo me las arreglaba para hacerlo. Ahora tenía algo concreto, una máquina voladora con nada más que un eje de rotación, batiendo las alas, y un vacío de poder ilimitado! A partir de ese momento en que hice mis excursiones aéreas diarias en un vehículo de la comodidad y el lujo como el rey Salomón. Pasaron años hasta que comprendí que la presión atmosférica actúa perpendicularmente a la superficie del cilindro y que el ligero esfuerzo rotatorio que observé fue debido a una fuga! Aunque este conocimiento llegó poco a poco, me dio un shock doloroso.
Apenas había terminado mi curso en el Real Gymnasium, cuando caí postrado con una enfermedad peligrosa o más bien, una veintena de ellas, y mi condición llegó a ser tan desesperada que me dieron por los médicos. Durante este período me permitieron leer constantemente, obtener libros de la biblioteca pública de la que habían descuidado y me habian confiado la clasificación de las obras y elaboración de catálogos. Un día me entregaron unos volúmenes de nueva literatura diferente a todo lo que había leído antes y tan cautivadora como para hacerme olvidar absolutamente mi estado desesperado.Eran las primeras obras de Mark Twain y a ellos podría haberse debido la milagrosa recuperación que siguió. Veinticinco años más tarde, cuando me encontré con el señor Clemens y forjamos una amistad entre nosotros, le hablé de la experiencia y quedé sorprendido al ver que el gran hombre de la risa rompió a llorar ...
Continué mis estudios en el mayor Gimnasio de Bienes en Carlstadt, Croacia, donde una de mis tías residía. Ella era una distinguida dama, la esposa de un coronel que era un viejo caballo de guerra que ha participado en muchas batallas, no puedo olvidar los tres años que pasé en su casa. Ni una fortaleza en tiempos de guerra se encontraba bajo una disciplina más rígida. Me alimentaban como un canario. Todas las comidas eran de la más alta calidad y preparados deliciosamente, pero cortada en una cantidad de mil por ciento. Las rebanadas de jamón cortadas por mi tía eran como papel de seda. Cuando el coronel ponía algo sustancial en mi plato que arrebataría a la basura y le decía con emoción "Ten cuidado. Niko es muy delicado." Yo tenía un apetito voraz y sufrí como Tántalo.Pero he vivido en un ambiente de refinamiento y gusto artístico bastante inusual para aquellos tiempos y condiciones. La tierra era baja y pantanosa y la fiebre malaria nunca me dejó a pesar de las enormes cantidades de quinina consumida. De vez en cuando el río crecía y conducía un ejército de ratas a los edificios, devorando todo, incluso a los manadas de ratas que consumían todo, hasta manojos  de feroz paprika. Estas plagas eran para mí una diversión bienvenida. Adelgazaba sus filas por todo tipo de medios, lo que me ganó la distinción poco envidiable de cazador de ratas en la comunidad. Al fin, sin embargo, se terminó la carrera, la miseria terminó, y obtuve el certificado de madurez que me trajo a la encrucijada. Durante todos esos años, mis padres nunca vacilaron en su determinación de hacer que abrazara el clero, la sola idea me llenaba de pavor. Me había interesado intensamente en la electricidad bajo la influencia estimulante de mi profesor de Física, que era un hombre ingenioso y con frecuencia demostró los principios por los aparatos de su propia invención. Entre ellos recuerdo un dispositivo en forma de una bombilla que podía girar libremente, con revestimiento de papel de aluminio, que se puso a girar rápidamente cuando se conectó a una máquina estática. Es imposible para mí transmitir una idea adecuada de la intensidad de los sentimientos que experimenté en el testimonio de sus exposiciones de estos fenómenos misteriosos. Cada impresión producía mil ecos en mi mente. Quería saber más de esta maravillosa fuerza; Anhelaba los experimentos y la investigación y me resigné a lo inevitable con el corazón adolorido. Justo cuando estaba preparándome para el largo viaje a casa recibí la noticia de que mi padre me quería llevar en una expedición de tiro.Era una petición extraña, porque siempre se había opuesto enérgicamente a este tipo de deporte. Pero unos días más tarde me enteré de que el cólera estaba en su apogeo en ese distrito y, aprovechando la oportunidad, regresé a Gospic haciendo caso omiso a los deseos de mis padres. Es increíble qué absolutamente ignorantes eran de las causas de este flagelo que visitó el país en intervalos de quince a veinte años. Pensaban que los agentes mortales eran transmitidos por el aire, y lo llenaron de olores acres y humo. Mientras tanto bebían agua infestada y murieron en montones. Contraje la enfermedad terrible en el mismo día de mi llegada y aunque sobreviví a la crisis, estuve confinado a la cama durante nueve meses sin apenas ser capaz de moverme. Mi energía estaba totalmente agotada, y por segunda vez me encontré en la puerta de la muerte. En uno de esos suspiros profundos que parecían el último, mi padre entró corriendo en la habitación. Todavía veo su cara pálida mientras trataba de animarme en tonos desmintiendo su seguridad.
"Tal vez", le dije, "puedo conseguir ponerme bien si usted me dejara estudiar ingeniería."
"Va a ir a la mejor institución técnica en el mundo", respondió solemnemente, y yo sabía que lo decía en serio.
Un peso se alivianó de mi mente, pero el alivio hubiera llegado demasiado tarde si no hubiera sido por una cura maravillosa traída a través de una amarga decocción de un grano peculiar. Volví a la vida como Lázaro para total asombro de todos. Mi padre insistió en que me quedara un año en ejercicios al aire libre, físicamente saludable, al que a regañadientes accedí. Durante la mayor parte de este término deambulaba en las montañas, cargado con un equipo de cazador y un paquete de libros, y este contacto con la naturaleza me hizo más fuerte de  cuerpo, así como de mente. Yo pensaba y planeaba, y concebí muchas ideas casi como una regla engañosa. La visión era lo suficientemente clara, pero el conocimiento de los principios era muy limitado.En una de mis invenciónes propuse transmitir cartas y paquetes a través de los mares, a través de un tubo submarino, en recipientes esféricos de la fuerza suficiente para resistir la presión hidráulica. La planta de bombeo, destinado a forzar el agua a través del tubo, se calculó con precisión y diseño y  trabajé cuidadosamente todos los demás datos. Sólo un detalle insignificante, sin importancia, fue que la desestimó. Asumí una velocidad arbitraria del agua y, lo que es más, me complacía en que era alta, llegando así a una actuación estupenda apoyada por cálculos impecables. Reflexiones posteriores, sin embargo, sobre la resistencia de las tuberías de flujo de fluido me indujo a hacer esta invención de propiedad pública.
Otro de mis proyectos fue la construcción de un anillo alrededor de la línea ecuatorial que, por supuesto, flotaría libremente y podría ser detenido en su movimiento de rotación por las fuerzas reaccionarias, permitiendo así los viajes, a razón de cerca de mil kilómetros por hora, impracticable por ferrocarril . El lector sonreirá.El plan era de difícil ejecución, tengo que admitir, pero no tan malo como el de un profesor de Nueva York conocido, que quería bombear el aire de las zonas tórridas a las templadas, totalmente olvidado del hecho de que el Señor le había proporcionado una gigantesca máquina para este propósito. Otro esquema, mucho más importante y atractivo, fue tomar poder de la energía de rotación de los cuerpos terrestres. Había descubierto que los objetos en la superficie de la tierra debido a la rotación diurna del globo se realizan por el mismo alternativamente en y en contra de la dirección del movimiento de traslación. De esto resultaba  un gran cambio en el momento que podría ser utilizado de la manera más simple imaginable para proporcionar esfuerzo motivo en cualquier región del mundo habitable. No encuentro palabras para describir mi decepción cuando más tarde me di cuenta de que yo estaba en la difícil situación de Arquímedes, que en vano trató de un punto fijo en el universo.
Al terminar mis vacaciones me enviaron a la Escuela Politécnica en Graz, Estiria (Austria), que mi padre había elegido como una de las instituciones más antiguas y prestigiosas. Ese fue el momento que había esperado con impaciencia y empecé mis estudios en buenas auspicios y firmemente resuelto a triunfar. Mi formación anterior fue superior a la media, debido a las enseñanzas de mi padre y las oportunidades que ofrecía. Había adquirido conocimiento de varios idiomas y lo profundicé a través de los libros de varias bibliotecas, recogiendo la información más o menos útil. Por otra parte, por primera vez, pude elegir mis temas como me gustó, pero el dibujo a mano alzada estaba para molestarme una vez más.
Me había hecho a la idea de darle a mis padres una sorpresa, y durante todo el primer año comencé con regularidad mi trabajo a las tres de la mañana y continuaba hasta las once de la noche, sin excepción de domingos o días de fiesta. Como la mayoría de mis compañeros de estudio tomó las cosas con facilidad, naturalmente, eclipsé todos los registros. En el curso del año pasé por nueve exámenes y los profesores pensaron  que merecía  las más altas calificaciones. Armado con su certificado halagador, me fui a casa de un breve descanso, esperando el triunfo, y estaba mortificado cuando mi padre hizo la luz de estos honores ganados con esfuerzo. Eso casi mató mi ambición; pero más tarde, después de que él había muerto, me dolió encontrar un paquete de cartas que los profesores le habían escrito en el sentido de que a menos que me alejara de la institución, me mataría por exceso de trabajo. A partir de entonces me dediqué principalmente a la física, la mecánica y estudios matemáticos, pasando las horas de ocio en las bibliotecas. Tenía una verdadera manía por terminar lo que empezaba,lo que a menudo me metió en dificultades. En una ocasión me puse a leer las obras de Voltaire, cuando me enteré, para mi consternación, que había cerca de un centenar de grandes volúmenes en letra pequeña que ese monstruo había escrito mientras bebía setenta y dos tazas de café negro diarias.Tenía que hacerlo, pero cuando puse a un lado ese último libro, estaba muy contento  y dije: "Nunca más!"
Como  muestra de mi primer año, me había ganado el aprecio y la amistad de varios profesores, entre ellos, el profesor Rogner, que enseñaba materias aritméticas y geometría; el profesor Poeschl, quien ocupó la cátedra de física teórica y experimental, y el Dr. Alle, que enseñó cálculo integral, especializado en ecuaciones diferenciales. Este científico fue el más brillante conferencista a quien yo jamás escuché. Él tomó un interés especial en mi progreso y con frecuencia permanecía durante una o dos horas en la sala de conferencia, y me daba problemas para resolver, lo que me desagradaba.  A él le expliqué una máquina voladora que había concebido, no una invención ilusoria, sino una basada en el sonido, los principios científicos, que se ha convertido en realidad a través de mi turbina y pronto será dada al mundo. Tanto los profesores Rogner y Poeschl eran hombres curiosos. El primero tenía maneras peculiares de expresarse y cuando lo hacía, había un motín, seguido de una larga pausa embarazosa. El profesor Poeschl era un alemán metódico y bien fundamentado. Tenía enormes pies y manos como las patas de un oso, pero todos sus experimentos se llevaron a cabo con habilidad con precisión cronométrica y sin fallar. Fue en el segundo año de mis estudios que hemos recibido una dínamo de Gramme de París, que tiene la forma de herradura de un imán de campo laminado, y una armadura de alambre enrollado con un conmutador. Se conecta y muestra diversos efectos de las corrientes. Mientras el profesor Poeschl estaba haciendo demostraciones, hacía funcionar el motor dela máquina, los cepillos dieron problemas, y observé que podría ser posible operar un motor sin estos aparatos. Pero él declaró que no se podía hacer y me hizo el honor de pronunciar una conferencia sobre el tema, a la conclusión de que él comentó,” Sr. Tesla, puede lograr grandes cosas, pero desde luego nunca lo hará. Sería equivalente a la conversión de una fuerza de tracción constante, al igual que la de la gravedad en un esfuerzo rotativo. Se trata de un esquema de movimiento perpetuo, una idea imposible”. Pero el instinto es algo que trasciende el conocimiento. Tenemos, sin duda, ciertas fibras más finas que nos permiten percibir verdades cuando la deducción lógica, o cualquier otro esfuerzo intencional del cerebro, es inútil. Por un momento vacilé, impresionado por la autoridad del profesor, pero pronto me convencí de que tenía razón y emprendí la tarea con todo el fuego y la confianza ilimitada de mi juventud. Empecé por imaginar en mi mente una máquina de corriente continua, ejecutarla y seguir el flujo cambiante de las corrientes en el inducido. Entonces me imagino un alternador e investigo los avances que tienen lugar de una manera similar. Lo siguiente era visualizar sistemas que comprenden motores y generadores y operar con ellos de varias formas. Las imágenes que vi eran para mí perfectamente reales y tangibles. Pasé todo mi tiempo restante en Graz en esfuerzos intensos pero infructuosos de este tipo, y casi llegué a la conclusión de que el problema era irresoluble. En 1880 fui a Praga, llevando a cabo el deseo de mi padre de completar mi educación en la Universidad. Fue en esa ciudad que hice un avance decidido, que consistía en desmontar el colector de la máquina y el estudio de los fenómenos en este nuevo aspecto, pero aún sin resultado. En el año siguiente se produjo un cambio repentino en mis puntos de vista de la vida. Me di cuenta de que mis padres habían estado haciendo demasiado grandes sacrificios a mi cuenta y decidí liberarlos de la carga. La ola de la telefonía estadounidense acababa de llegar al continente europeo y el sistema iba a ser instalado en Budapest, Hungría. Parecía una oportunidad ideal, tanto más como un amigo de nuestra familia estaba a la cabeza de la empresa. Fue aquí donde sufrí el desglose completo de los nervios al que me he referido. Lo que experimenté durante el período de la enfermedad sobrepasa toda creencia. Mi vista y el oído siempre fueron extraordinarios. Podía distinguir claramente los objetos en la distancia cuando otros no veían ningún rastro de ellos.
Varias veces en mi niñez había salvado las casas de nuestros vecinos del fuego por oír los crujidos débiles que no perturbaban su sueño, y pedidos de ayuda. En 1899, cuando tenía cuarenta y tres  años y conduciendo mis experimentos en Colorado, podía oír truenos muy nítidamente a una distancia de 550 millas. Mi oído era así, más de trece veces más sensible, pero en ese momento yo era, por así decirlo, sordo como una tapia, en comparación con la agudeza de mi oído, bajo la tensión nerviosa. En Budapest podía oír el tictac de un reloj con tres habitaciones entre mí y el reloj, sentía una mosca posándose sobre una mesa en la habitación causaba un ruido sordo en mi oído. Un coche que pasaba a una distancia de unos pocos kilómetros bastante sacudió todo mi cuerpo. El silbido de una locomotora a veinte o treinta kilómetros de distancia hacía que el banco o una silla en la que me senté, vibrara con tanta fuerza que el dolor era insoportable. El suelo bajo mis pies temblaba continuamente. Tuve que ponerle a mi cama cojines de goma para conseguir cualquier reposo en absoluto. Los ruidos rugientes de cerca y lejos a menudo producían el efecto de las palabras habladas que me habrían asustado si no hubiera sido capaz de resolverlos en sus componentes acumulados. Los rayos del sol, interceptados periódicamente, causaban golpes de tal fuerza en mi cerebro que me aturdían. Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para pasar por debajo de un puente u otra estructura, como experimentaba una aplastante presión en el cráneo. En la oscuridad tenía la sensibilidad de un murciélago, y podía detectar la presencia de un objeto a una distancia de tres metros y medio por una sensación espeluznante peculiar en la frente. Mi pulso variaba desde unos pocos hasta doscientos sesenta golpes y todos los tejidos de mi cuerpo sufrían espasmos y temblores, que fue tal vez lo más difícil de soportar. Un médico de renombre que me daba a diario grandes dosis de bromuro de potasio, pronunció mi enfermedad como única e incurable. Es mi pesar eterno que no estaba bajo la observación de los expertos en la fisiología y la psicología de la época. Me aferraba desesperadamente a la vida, pero nunca esperaba recuperarme. ¿Alguien puede creer que una ruina física tan desesperada podría transformarse en un hombre de fuerza asombrosa y tenacidad; capaz de trabajar treinta y ocho años casi sin interrupción de un día, y encontrarse a sí mismo fuerte y fresco en el cuerpo y la mente? Tal es mi caso. Un poderoso deseo de vivir y continuar con el trabajo y la ayuda de un amigo fiel, un atleta, logró la maravilla.Mi salud regresó y con ella el vigor de la mente en atacar el problema de nuevo, casi lamenté que la lucha estaba a punto de terminar. Yo tenía energía de sobra. Cuando entendí la tarea, no fue con una determinación tal como los hombres suelen hacer. En mi caso se trataba de un voto sagrado, una cuestión de vida o muerte. Yo sabía que iba a morir si fallaba. Ahora sentía que la batalla estaba ganada. De vuelta en los rincones más profundos del cerebro era la solución, pero me faltaba todavía darle expresión externa. Una tarde, que siempre está presente en mi recuerdo, yo estaba disfrutando de un paseo con mi amigo en el Parque de la Ciudad y recitando poesía. A esa edad, yo sabía libros enteros de memoria, palabra por palabra. Uno de ellos fue "Fausto",de Goethe El sol se estaba poniendo y me recordó el pasaje glorioso,
"Sie ruckt und weig, der Tag ist überlebt. Dort eilt sie hin und fordert neues Leben . Oh, da kein Flugel mich vom Boden hebt Ihr nach und immer zu nach Streben! Ein schner Traum indessen sie entweicht, Ach, au des Geistes Flygein wird so leicht kein Körperlicher Flugel sich gesellen! " (no se si está bien porque no se si está bien de donde lo copié; no se alemán-nt)
(“El brillo del día se retira, terminado es el día de trabajo, a lo lejos, con prisa,explorando nuevos campos de la vida.Oh,no hay ala que pueda elevarme del suelo, sobre este camino a seguir, seguir ascendiendo!Un sueño glorioso! Aunque la gloria ahora se desvanezca. Oh! las alas que elevan la mente pueden legarme alas para elevar el cuerpo!)
Cuando pronuncié estas palabras inspiradoras, la idea surgió como un relámpago y en un instante se reveló la verdad. Dibujé con un palo en la arena, el diagrama mostrado seis años más tarde en mi discurso ante el Instituto Americano de Ingenieros Eléctricos y mi compañero les entendí perfectamente. Las imágenes que vi eran maravillosamente claras y nítidas y tenían la solidez del metal y de la piedra, tanto es así que le dije"Ves mi motor aquí, mira como lo invierto."
No tengo palabras para describir mis emociones. Pigmalión al ver su estatua cobrar vida no podría haber estado más profundamente conmovido. Un millar de secretos de la naturaleza que podría haber topado accidentalmente, me habría dado  uno que había arrebatado a ella contra todo pronóstico y con peligro de mi existencia ...

4-El descubrimiento de la bobina Tesla y el transformador


Por un tiempo, me dediqué al intenso disfrute de dibujar maquinas y nuevas formas de artefactos. Estaba en un estado mental de felicidad casi tan completa como había soñado en la vida.Las ideas venían a mi en un flujo ininterrumpido, y la única dificultad era retenerlas lo suficientemente rápido.Las piezas de los aparatos que concebía eran absolutamente reales y tangibles en cada detalle, hasta en marcas diminutas y señales de engranajes.Me deleitaba imaginando motores funcionando constantemente, presentándole a la visión de mi mente la mas fascinante de las vistas-Cuando la inclinación natural se vuelve un deseo pasional, se avanza hacia la meta en botas de siete leguas.En menos de dos meses, desarrollé virtualmente todo tipo de motores y modificaciones del sistema ahora identificado con mi nombre.Era, tal vez, providencial que las necesidades de la existencia me pusieran un freno a esta actividad que consumía mi mente.Fui a Budapest impulsado por un prematuro reporte sobre la empresa telegráfica, y ,ironía del destino, tuve que aceptar un puesto como dibujante en la oficina del telégrafo central del gobierno húngaro con un salario que considero es mi privilegio no divulgar! (o sea una miseria, bah).Afortunadamente, pronto me gané el interés del Inspector en Jefe, y pronto estuve empleado en cálculos, diseños y estimación de conexiones de nuevas instalaciones, hasta que el cambio telefónico comenzó, entonces me hice cargo del mismo. El conocimiento y la experiencia práctica que gané en el transcurso de este trabajo fue valioso, y el empleo me dio vastas oportunidades para ejercer mis facultades inventivas. Hice varias mejoras en los aparatos de la Estación Central, y perfeccioné una repetidora telefónica o amplificador, que nunca patenté o describí públicamente, pero aún hoy en día se me acredita. In reconocimiento a mi asistencia eficiente en la organización de lo subterráneo, Mr. Puskas, que había vendido su negocio en Budapest, me ofreció un puesto en París que acepte con mucho agrado.
Nunca olvidaré la impresión que me produjo esa mágica ciudad en mi mente. Por varios días desde mi llegada, deambulé por las calles absolutamente perplejo ante el nuevo espectáculo. Las atracciones eran muchas e irresistibles, pero oh, los ingresos se gastaban tan pronto como entraban (se podría llamar “un chico de 25 años suelto en París”).Cuando Mr.Puskas me preguntó cómo me sentía en el nuevo campo, le describí la situación como “los últimos veintinueve días del mes son los más duros”. Llevaba una vida agotadora en lo que podría llamar “al estilo Roosevelt”.cada mañana, según el tiempo, me iba desde el Boulevard St.Marcel donde vivía, a una casa de baños en el Sena, me zambullía en el agua, hacía el circuito 27 veces y después caminaba una hora hasta Ivry, donde estaba la fábrica de la Compañía.Tomaba un desayuno de leñador, a las siete y media ,y mientras esperaba la hora del almuerzo, rompía nueces duras del jefe de los trabajadores, el sr. Charles Batchelor, que era intimo amigo y asistente de Edison. Aquí entre en contacto con algunos americanos  que se enamoraron de mi habilidad en el billar.Les expliqué a estos hombres mi invento y uno de ellos, el sr. D.Cunnigham, gerente del departamento mecánico, ofreció formar una compañía de accionistas.La propuesta me resulto extremadamente cómica, no tenía el concepto de lo que esto significaba, excepto en la forma americana de hacer cosas.Nada de eso pasó, sin embargo, y en los siguientes meses comencé a viajar de uno a otro sitio de Francia y Alemania a curar las enfermedades de las plantas de energía.A mi retorno a París, le entregué a uno de los administradores de la compañía, mr.Rau, un plan para mejoras sus dinamos, y eso le dieron una oportunidad.Mi éxito fue completo y los deleitados directores me dieron el privilegio de desarrollar reguladores automáticos, algo que había deseado mucho. Poco después de eso, hubo problemas con la planta de iluminación que estaba instalada en la nueva estacion de ferrocarril de Strasbourg,Alsacia.El cableado era defectuoso y en la ceremonia de inauguración, un gran pedazo de pared se había caído y provocado un cortocircuito justo en presencia del emperador Wilhelm I. El gobierno alemán había rechazado hacerse cargo de la planta, y la compañía francesa enfrentaba una seria pérdida. Teniendo en cuenta mi conocimiento del idioma alemán y mi experiencia pasado, se me piso en la dificultosa tarea de enderezar el asunto, y a principios de 1883 viajé a Strasbourg en esa misión. Algunos incidentes en esa ciudad me dejaron un registro indeleble en la memoria.Por una curiosa coincidencia, vivían en ese lugar un buen numero de personas que después adquirieron fama; en mi vida posterior solía decir “había bacterias de grandeza en la antigua ciudad. Otros se agarraron la enfermedad, pero yo me salve!”.El trabajo práctico, la correspondencia y la conferencias con oficiales me preocupaban dia y noche, pero, tan pronto como fui capaz de manejarlo, emprendí la construcción de un motor simple en un taller mecánico enfrente de la estación de ferrocarril, con material que había traido de Paris con ese propósito.La consumación del experimento,sin embargo, se demoró hasta el verano de ese año cuando finalmente tuve la satisfacción de ver la rotación del motor efectuada con corrientes alternas en distinta fase, y sin requerir contactos o conmutadores, asi como lo había concebido un año antes.Fue un placer exquisito pero no comparable al delirio de alegría que siguió a la revelación inicial.Entre mis nuevos amigos se contaba el ex alcalde de la ciudad, el sr.Bauzin, que ya había familiarizado con esa y otras invenciones mías, y cuyo apoyo me procuró el registro.Era un sincero devoto mío y presentó mi proyecto ante varias personas adineradas, pero àra mi mortificación, no encontré apoyo.Quiso ayudarme lo mas posible en todas formas, y el encuentro del 1º de julio de 1919, me recordó como una forma de “asistencia” que recibí de ese hombre encantador,no financiera pero no por eso menos apreciada.En 1870, cuando los alemanes invadieron el país, el sr. Bauzin había enterrado una buena cantidad de St. Estephe de 1801 y llegó a la conclusión de que no había mejor persona que yo para apreciar esa preciosa bebida. Este, puedo decir, es uno de los incidentes inolvidables a los que me referí. Mi amigo me urgió a regresar a Paris lo mas pronto posible y buscar apoyo allí. Estaba ansioso por hacerlo, pero mi trabajo y las negociaciones todavía debía sortear toda clase de obstáculos que encontraba todo el tiempo, y por momentos la situación parecía desesperada. Solo para darse una idea del concepto alemán de  “eficiencia”, debo mencionar aquí una experiencia graciosa. Había que colocar una lámpara incandescente de 16 c.p.(no se que unidad es) en un pasillo, y después de seleccionar el lugar adecuado ordene al montajista que instalara los cables. Después de trabajar un rato, él saco en conclusión que había que consultar al ingeniero y asi se hizo. Este último hizo varias objeciones, pero finalmente estuvo de acuerdo en que la lámpara debía ser puesta dos pulgadas mas alla del lugar que yo le había asignado, y fue entonces recién cuando hizo el trabajo. Entonces, el ingeniero se fastidió y me dijo que iba a notificar al inspector Averdeck. Esa importante persona llamó, investigó, debatió, y decidió que la lámpara debía ser colocada dos pulgadas mas atrás, justo en el punto que yo había marcado. No pasó micho tiempo hasta que Averdeck, había vuelto sobre sus pasos y decidió informar al Ober Inspector Hieronimus sobre el asunto, y debía esperar su decisión. Pasaron varios días hasta que el Ober Inspector estuvo disponible y se libero de otras obligaciones para venir y recién después de dos horas de debate, decidió mover la lámpara dos pulgadas mas lejos. Mis esperanzas de que este fuera el último acto se desvanecieron cuando el Ober Inspector regresó y me dijo “el gobernador Funke es muy peculiar, y no me atrevería a dar una orden para colocar esta lámpara sin su aprobación explícita”. Se hicieron arreglos para la visita del gran hombre; comenzamos a limpiar todo y pulir a la mañana temprano; se barrió todo, me puse los guantes cuando Funke vino con su comitiva y fue ceremoniosamente recibido. Después de una deliberación de dos horas, de repente exclama “Debo irme” y señaló un punto en el techo, y me ordenó poner la lámpara ahí.Era exactamente el punto que yo había elegido. (que hinchapelotas Dios!!!)
 Así pasé días y días sin variaciones, pero estaba determinado a lograrlo a cualquier precio, y al fin mis esfuerzos fueron recompensados.En la primavera de 1884 todas las diferencias encontraron ajuste, la plata fue formalmente aceptada y volví a París con agradables expectativas. Uno de los administradores me había prometido una generosa compensación si  tenía éxito, tan pronto como consideraran las mejoras hechas a sus dinamos y esperaba conseguir una sustancial suma de dinero. Había tres administradores, que llamaremos A, B y C por conveniencia. Cuando hablé con A, el me dijo que era B el que tenía la palabra. Este caballero decidió que solo C podía decidir y al final era casi seguro que A tenía el poder de hacerlo. Después de varias vueltas de este círculo vicioso, se cayó en la cuenta de que mi recompensa era un castillo en España ( o sea, le habían prometido cualquiera; digamos que volvieron a cagarlo). Ese último fracaso en mis intentos de hacer un capital para el desarrollo, fue otra decepción y cuando Mr.Batchelor me ofreció viajar a América para rediseñar las máquinas de Edison, decidí probar fortuna en la Tierra Dorada de Promisión. Pero la oportunidad era en ese momento; liquidé mi modesto apartamento, me aseguré comodidades y enseguida me encontré en la estación ferrocarril con el tren yéndose. En ese momento descubrí que no tenía el pasaje ni el dinero; que hacía, era la pregunta. Hércules había tenido un montón de tiempo para resolver, pero yo tenía que decidir mientras corría a lo largo del tren con pensamientos opuestos surgiendo en mi mente como oscilaciones de un condensador. Resolví, ayudado por la destreza, ganarlo justo a último momento y una vez que pasé por las últimas experiencias, tan triviales como displacenteras, logré embarcarme hacia New York con los restos de mis pertenencias, algunos poemas y artículos que había escrito, y un paquete de cálculos relativos a la solución de un integral insoluble, para mi maquina voladora. Durante el viaje me las pasé sentado en la popa del barco esperando una oportunidad de salvar a alguien de una tumba acuosa sin la menor conciencia del peligro.(es una máquina de hacer macanas!).Después, cuando absorbí algo del sentido práctico americano, me estremecía ante el recuerdo y me maravillaba de mi antigua locura.
Deseo poner en palabras mi primera impresión de este país.En los cuentos árabes leía como los genios transportaban gente a una tierra de sueños para vivir en ella deliciosas aventuras.mi caso era todo lo contrario.El genio me había llevado de una tierra de sueños al mundo real.Lo que había dejado atrás era hermoso, artístico y fascinante de tods formas; lo que yo veía aquí eran máquinas, rudeza y falta de atractivo.Un burdo policía revoleaba su bastón mientras me miraba,tan grande como un tronco.Me acerqué a él cortésmente para pedirle que me orientara.”Seis manzanas abajo, después a la izquierda” dijo, con el crimen en los ojos.”¿Esto es América?” me dije con penosa sorpresa, “está un siglo atrás de Europa en civilización”. Cuando fui al extranjero en 1889 –cinco años después de haber llegado aquí- me había convencido de que estaba MAS de cien años adelantada a Europa y en mi opinión nada ha cambiado desde entonces.
El encuentro con Edison fue un memorable evento en mi vida. Estaba asombrado por ese maravilloso hombre, que, sin tempranas ventajas ni entrenamiento científico, había logrado tanto.Yo había estudiado una docena de idiomas, era experto en literatura y arte y había pasado los mejores años de mi vida en las bibliotecas leyendo todo lo que me caia en las manos, desde los “Principios” de Newton hasta las novelas de Paul de Kock, y tenía la sensación de que había desperdiciado la mayor parte de mi vida.Pero no pasaría mucho tiempo hasta que reconociera que era lo mejor que había podido hacer.En unas pocas semanas me había ganado la confianza de Edison y todo iba encaminado.
El SS Oregon, el mas rápido vapor de la época, tenía dos de sus maquinarias de iluminación inhabilitadas,y su partida se venia demorando.Como la superestructura había sido hecha después de la instalación, era imposible removerlo de su sosten. El problema era serio, y Edison estaba bastante enojado.A la noche, tomé los instrumentos necesarios y me subí al navío donde me quedé toda la noche.Las dinamos estaban en malas condiciones, tenían varios cortocircuitos y roturas, pero con la asistencia de la tripulación logré ponerlo en buena forma. A las cinco de la mañana, cuando iba por la 5ª avenida hacía el taller, me cruzo a Edison con Batchelor, y otros que volvían a casa a descansar.”Acá está nuestro parisino rondando la noche” dijo.Cuando le dije que venía del Oregon y había reparado ambas máquinas, me miró en silencio y se fue sin una sola palabra. Pero cuando estaba a cierta distancia de mi, oi que le dijo a Batchelor “Batchelor, es un maldito buen hombre” (“damned good man”,como enfático)y desde ese momento tuve total libertad en dirigir el trabajo. Mas o menos por un año, mi horario regular era de 10:30 de la mañana a las 5 de la siguiente mañana sin excepción de un día.Edison me decía:”tengo muchos que trabajan duro, pero usted se lleva la torta”. Durante este periodo diseñé 24 diferentes tipos de máquinas estándar con un núcleo pequeño y de un patrón uniforme reemplazando las viejas. El Jefe me prometió 50 mil dólares al completar la tarea, pero lo convirtió en prácticamente una broma. Esto fue un penoso golpe para mi, y renuncie.
Inmediatamente después de eso, hubo gente que se me acercó para proponerme formar una compañía de lámparas de arco a mi nombre, a lo que accedí. Aquí finalmente tenía una oportunidad de desarrollar el motor, pero cuando presenté el asunto a mis nuevos socios, dijeron “No, nosotros queremos lámparas de arco. No nos importa tu corriente alterna”. En 1886, mi sistema de iluminación de arco estaba perfeccionado y había sido adoptado por fabricas e iluminación municipal, y era libre, pero sin otra posesión mas que un bonitamente grabado certificado de acciones de valor hipotético. Entonces siguió un periodo de lucha en el nuevo medio, para el que no estaba preparado, y en abril de 1887 la Tesla Electric Company estaba organizada, con un laboratorio e instalaciones. Los motores que construí eran exactamente como los había imaginado.No intenté mejorar el diseño, simplemente reproduje las imágenes que habían aparecido en mi visión como siempre lo había esperado.
A principios de 1888 se hicieron arreglos con la Westinghouse Company para manufacturar el motor a gran escala. Pero todavía tenían que llegar grandes dificultades. Mi sistema estaba basado en el el uso de corrientes de baja frecuencia y los expertos de Westinghouse habían adoptado 133 ciclos con el objeto de tener ventajas en la transformación. No querían salir de sus aparatos estándar, y tuve que dedicar mis esfuerzos en adaptar el motor a esas condiciones. Otra necesidad era producir un motor capaz de funcionar eficazmente en esa frecuencia con dos cables, lo cual no era fácil de conseguir.

Al final de 1889, sin embargo, mis servicios en Pittsburg no fueron esenciales, y volví a New York e inicie trabajo experimental en un laboratorio en Grand Street, donde comencé inmediatamente el diseño de máquinas de alta frecuencia.El problema de construcción en este campo inexplorado era absolutamente novedoso y peculiar, y encontré muchas dificultades. Rechacé el tipo de inductor, temiendo que no pudiera proporcionar ondas sinusales perfectas que son sumamente importantes en la acción de resonancia. De no haber sido por eso, me hubiera evitado mucho trabajo.Otro hecho desalentador del alternador de alta frecuencia parecía ser la inconstancia de la velocidad, lo que imponía serias limitaciones en su uso. Ya lo había notado en mis demostraciones ante el Instituto Americano de Ingenieros Eléctricos, que varias veces había perdido la sintonía, necesitando reajustes,y todavía no había previsto, lo que descubrí mucho después, un modo de operar una maquina de este tipo a una velocidad constante en un grado que no variara mas que una fracción de revolución entre cargas extremas. Entre otras consideraciones, me pareció que debía inventar un aparato mas simple para producir oscilaciones eléctricas. En 1856 Lord Kelvin expuso su teoría de la descarga del condensador, pero no se había hecho ninguna aplicación práctica de ese conocimiento. Vi la posibilidad y desarrollé un aparato de inducción bajo ese principio. Mi progreso fue tan rápido que pude presentar en mi lectura de 1891 una bobina que producía chispas de cinco pulgadas. En esa ocasión, les dije francamente a los ingenieros que la transformación al nuevo método involucraba un defecto, la dispersión en el espacio de la chispa. Subsiguientes investigaciones demostraron que no importara el medio empleado, fuera aire, hidrógeno, vapor de mercurio, aceite o una corriente electrónica, la eficiencia era la misma.Esta ley gobernaba mucho mejor la conversión de la energía mecánica. Si dejamos caer un peso desde determinada altura verticalmente, o lo llevamos al nivel mas bajo por un camino mas tortuoso, es indiferente la medida en lo que a trabajo concierne. Sin embargo, este inconveniente no es fatal como la adecuada proporción de las circuitos resonantes ,se obtiene una eficiencia de un 85 por ciento. Desde el precoz anuncio de la invención, se convirtió en de uso universal, causando una revolución en muchas areas. Pero todavía me aguardaba un futuro aun mas grandioso. Cuando en 1900 obtuve descargas poderosas de 100 pies y la corriente relampagueó alrededor del globo, recordé esa primera pequeña chispa que observé en mi laboratorio de Grand Street y fui estremecido por sensaciones parecidas a las que tuve cuando descubrí el campo magnético rotatorio.

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