Día 3
Bajé a desayunar con
unas ojeras casi impresentables, no había podido casi pegar un ojo en toda la
noche. Si llegaba a ver a lady Sylvia, la echaba; pero no sabía por qué milagro
del Señor que tan inclemente se estaba mostrando conmigo, no apareció; el
camarero me dijo que había salido aprovechando el buen tiempo a una excursión
mezcla de diversión y curiosidad malsana a Coney Island (sabía que ciertas
atracciones de la isla no tenían muy buena fama) y casi convulsiono de
felicidad, ya bastantes problemas tenía en la cabeza. Con un block de papel
carta del hotel y un lápiz me puse a diseñar un modelo esquemático de nuestro
sistema de portal mientras tomaba el te; me quedé sentada en el restaurante, pedí
algo de comer liviano y sin darme cuenta eran casi las tres; apenas tenía
tiempo de cambiarme y ponerme un conjunto de tarde más o menos discreto. No me
saqué el corsé (se notaba demasiado) pero sí me dejé los cordones bastante
flojos, como en la noche de las convenciones, a la hora en que ya estaba harta
del corsé y la santísima madre que lo parió. Me encaminé al laboratorio a pie,
y cuando llegué al 33-35 de South Fifth (después Broadway West), golpeé la
puerta y un señor bigotudo en mangas de camisa y chaleco (que reconocí como uno
de los ingenieros que la noche anterior habían esbozado que era una pelandusca
por estudiar y no quedarme en casa a cuidar mocosos) me abrió la puerta y subí
la escalera; me saludó atento pero seco, se veía que ya había sido advertido de
mi presencia por su jefe. Era un lugar fascinante, una especie de mezcla de
laboratorio con estudio de alquimista y hechicero, lleno de aparatos enormes
que no había ni imaginado en mi vida, inundado por una luz blanco azulada muy
intensa que me hacía recordar la de los tubos fluorescentes, pero no tan cruda;
él dibujaba algo en un tablero con una lámpara de bronce que, oh, no tenía
cable alguno de conexión; los ventanales, muy grandes, estaban cerrados con
persianas macizas de madera; echaba una mirada algo extrañada cuando me dijo:
-Los vecinos se quejan,
por eso prefiero tener cerrado aún de día. ¿Pasó bien la noche, miss Ann? La
veo algo pálida, ¿quiere un poco de café?- me dijo, sirviendo café de una
cafetera que estaba loca o era eléctrica.
-Si, por favor; gracias.
No descansé bien, he pasado un par de días muy animados, y no estoy habituada;
esta ciudad es vertiginosa.-dije, mirando a mi alrededor como un búho; otros
dos muchachos, posiblemente asistentes técnicos, trabajaban calibrando una
máquina entre feroces chispas azules- Es tal cual me lo imaginaba, señor Tesla;
la guarida del brujo.
-Nikola, por favor; o
Nick, como me dicen a veces. Eso dicen en el barrio.-dijo sonriendo y siguió dibujando
algo que me pareció un rotor de turbina bastante atípico. Tomé mi café, estaba
muy bueno para darme coraje-Puede fumar si quiere, no nos molesta.-sacó una
cigarrera de plata casi de señorita del bolsillo y me la tendió; tomé uno,
después de todo, si iba a quedar varada en el siglo 19 no me iba a preocupar
por un triste enfisema. Me explicó el diseño de la turbina, y antes de que
comenzara con otro tópico, pasé al que mas me preocupaba: su conversación con
los Johnson.
-Disculpe que me
entrometa, ¿estuvo con sus amigos?
-Si, por supuesto que
si.- me miró como extrañado de que me interesara mas lo que le parecía cotilleo
de viejas que los avances de la ciencia- Hablarán con su padre esta noche,
posiblemente nos encontremos, aunque tengo demasiado que hacer; estoy algo
atrasado para fiestas.
-¿A usted le preocupa
mucho el tema?
-Creo que le preocupa más
a usted que a mí, Ann.-dijo con un leve toque áspero- Quiero tener un problema
menos en la cabeza y usted lo agrega. Sume, no reste.
Fijó la mirada en su
diseño algo alunado; había llegado la hora de intervenir.
-Tengo que hablar algo
muy importante con usted, Nick. En privado, si es posible.- él ya me miró como
si me hubiera desquiciado por completo.
-No hay ningún
problema, ellos son parte de absolutamente todo lo que hago en mi vida
pública.-dijo de una forma que me pareció sentir trazada a fibra gruesa la
línea de la zona “pública” y que yo claramente pertenecía a esa zona. O a lo
mejor, solo quería salvaguardar un poco mi ya vulnerada femineidad delante de
sus asistentes y su colega criticón. En fin, si no les gustaba, que se
jodieran, yo debía intervenir, me quedaban menos de 14 horas para arreglar la
situación. Saqué el reloj-temporizador de mi bolsito, y se lo mostré.
-¿Sabe lo que es esto,
Nick?- volvió a mirarme como si estuviera para el manicomio.
-Un reloj de dama,
creo.-dijo con un toque irónico; le abrí la tapa contralateral, y le mostré el
temporizador.
-¿Y esto?- trate de
hacerlo sin levantar la voz para no llamar la atención, que creo que la había
llamado ya bastante; la expresión de él cambió y lo tomó estudiándolo.
-Bueno…- se quedo
analizándolo por los cuatro costados- decididamente no es un reloj, su
numeración corre para atrás, su diseño…¿Lo hizo usted?
-No; esto es un
temporizador, marca tiempos restantes con una alarma que, como usted ve, va a
sonar en trece horas y cuarenta y tres minutos y se va a repetir quince minutos
después. Es el tiempo que tengo para regresar al lugar de donde vengo, Nick; de
Long Island, dentro de 156 años.- abrí la tapa del mecanismo interno y le
mostré el diminuto motor eléctrico a batería. Levantó la vista y volvió a
mirarme, murmurando algo que me pareció en serbio, lo cual debía ser alguna
barbaridad (esas ocasiones únicas en que el idioma natal vuelve a la cabeza);
pero en un instante recuperó cierto aire inquisidor, como reclamando más
pruebas; ya estaba preparada, y saqué del bolso el minitaser y el Smartphone.
-Esta es una idea suya,
Nick: es un arma de defensa personal.- apreté el botón y los 50 mil voltios
brillaron en un destello azulado- Y esto, que se recarga con la energía solar,
tiene múltiples funciones, comunicarnos, archivar, calcular, consultar
bibliotecas enteras de información en todo el mundo. Sólo le pido que no los
desarme porque los necesito.- le dejé todo arriba del tablero. Lo examinó
brevemente y llamó a sus asistentes:
-Por hoy terminamos.
Mañana recomenzamos a las siete.- los hombres se sacaron sus delantales de
trabajo, su equipo de seguridad y salieron en silencio; él se levantó, buscó al
ingeniero y él también se fue después de dedicarme una mirada de “ya sabía que
era una liviana” mientras se ponía el abrigo. Fugazmente pensé que oh, había
incluido la hora de mi partida en la cita a los asistentes para después. Volvió
a sentarse después de volver a preparar la cafetera y solo me dijo:- Cuénteme más,
Ann; tenemos trece horas. ¿Realmente viene de Argentina, o es su papel?¿Cual es
su nombre?
-Soy nacida en la
Argentina, si, y mi nombre es Ana Laura, mi tatarabuela era inglesa y su
apellido era Anderson. Estudié en Columbia becada en ingeniería eléctrica, y
actualmente trabajamos en sus proyectos, en Wardenclyffe, Long Island; ese
nombre le va a sonar mucho en unos años.
-Dos preguntas: una,
veo que todo lo que usted tiene es eléctrico pero trabaja con corriente directa,
con baterías, lo cual me desilusiona un poco; otra, ¿acaba de decir “mis”
proyectos?¿Usted quiere decir que dentro de ciento cincuenta años van a seguir
investigando mis proyectos?
-No se preocupe, Nick;
la corriente alterna ilumina el mundo entero. Sus patentes serán usadas,
reusadas, corregidas, modificadas, adaptadas y vueltas a usar, pero serán las
suyas; usted y nadie más definió el mundo del que vengo. Pero tenemos un
problema: dos tercios de sus proyectos están perdidos todavía, y los
necesitamos; fuimos recuperándolos con mucha paciencia durante décadas, y eso
pasó porque usted nunca estableció un hogar, siempre vivió en hoteles y fue
dejando miles de papeles en depósito por años, y los papeles que faltan pueden
llegar a significar un salto de un milenio para la civilización, pero hay una
cuestión: tienen que existir. Y si se casa con Anne Morgan, probablemente jamás
existan. Y yo jamás voy a volver a mi mundo.
-¿Y por qué voy a dejar
de crear por el hecho de casarme? No veo la relación.-dijo mientras manejaba el
Smartphone abriendo apps con la destreza de un chico de 13 años.
-Una vida estable no es
creativa, Nick; nosotros trabajamos noche y día; actualmente trabajamos veinte
personas de distintas nacionalidades, la mayoría de Europa del Este, en turnos
y por proyecto; yo estoy en el de portales, otros desarrollan otros proyectos.
Ninguno está casado ni tiene familia, el que quiere casarse pasa a ser
colaborador o asesor, pero no trabaja activamente; tenemos que estar dispuestos
a pasar días y noches sin dormir, sin comer, sin bañarnos y hasta sin
cambiarnos de ropa, y eso es imposible si se debe organizar un hogar, mas
cuando se es mujer. No crea que la vida de la mujer ha cambiado mucho para
entonces; el hombre no da lugar a la sociedad igualitaria por no perder
espacios.
-¿Qué pasó con mis
proyectos?
-Lo que están haciendo
en Niagara Falls se multiplicará por miles en el mundo; después emprenderá estudios
sobre la transmisión geoeléctrica en Colorado Springs, totalmente exitosos,
pero muy poco comprendidos, y eso lo llevará a su proyecto más grande, el
proyecto Wardenclyffe: la trasmisión por la ionosfera de energía gratis extraída
de la Tierra para el mundo. Y ese proyecto es un clavo en el zapato para el
padre de Anne; sépalo, van a impedirle que lo comience siquiera. Si no se casa,
va a otorgarle un préstamo, pero no va a alcanzar, no va a querer extenderlo y
cuando toque el cielo con las manos, se va a derrumbar. Y él va a tener un
proyecto muy grande para financiar: la gran Guerra.
-Bien, postulemos que
le creo. ¿Qué pasó con mis patentes en radiofonía?
-Marconi le plagió
varias patentes para su aparato, pero el suyo es el primero; la Corte Suprema
de los Estados Unidos fallará a su favor en 1943, Nick, pero se seguirá
enseñando a los chicos en las escuelas por largo tiempo que la radio la inventó
Marconi. Cuesta mucho trabajo hablar de usted en el mundo que le continuará,
habrá tiempos en que será casi un tabú, pero es porque por momentos su obra
excederá lo comprensible para las épocas.
-¿Voy a llegar a verlo?
Dígame la verdad; hasta ahora todo fue correcto, y mire.- sacó de un cajón de
papeles unos diseños bocetados: en ellos estaba la estructura externa e interna
de la torre tal como la habíamos reconstruido-Es un proyecto, pero es mi hijo y
mi don a la Humanidad.
-Nick, le juro que
vamos a lograrlo; venimos enfrentando organismos gubernamentales hace años,
hemos llegado a preferir que nos tomen por locos; pero piensan que es inútil,
por eso nos siguen permitiendo trabajar ahí. El mundo está atravesando hace
treinta años una grave crisis energética, que con la torre en funcionamiento se
terminaría.
-Con la condición de
permitirle la explotación de los derechos al gobierno de Estados Unidos o a
alguna banca. Se de lo que habla.
-Nosotros también,
todos los días vemos los drones sobrevolándonos, pero sabemos interferir la
señal; usted lo inventó, y usted nos enseñó. Aparatos de vigilancia aérea
telecomandados. Todos los días esperamos las Hummer negras de los servicios
especiales del gobierno…Bueno, vehículos terrestres. La Norteamérica del hombre
de a pie lo desprecia y lo ignora, la secreta lo usa y lo necesita.
-No respondió mi
pregunta:¿voy a llegar a ver el reconocimiento de mi diseño?-dijo clavándome
los ojos azules como estiletes. Me quedé en silencio un momento, y dijo:-Bien,
me doy cuenta de que no lo veré. ¿Cuánto tengo por delante? No le tengo miedo a
la muerte, la he enfrentado demasiadas veces en mi vida, y la veo a la cara
cada vez que un millón de voltios pasa por mi cuerpo, así que adelante.
-Todavía tiene tiempo, mucho
tiempo por delante; pero van a ser tiempos muy duros. No voy a darle fechas;
sólo sepa que va a ver dos grandes guerras y que va a ser antes de 1945, nada más.
No quiero condicionarlo.
-Tampoco va a lograrlo,
¿mas café?
Fueron horas de
preguntas y respuestas, con los papeles expliqué el sistema de vórtices
electromagnéticos que habíamos diseñado y la idea de los viajes sobre la teoría
del multiverso; le fascinó la teoría de cuerdas y supercuerdas, que nos
permitía trabajar con esa concepción del universo, tan increíble que también
había sido rotulada de fantasía y seudociencia como sus propios
descubrimientos; hablar de su propia teoría dinámica de la gravedad y darle la
vuelta a la física cuántica significó varias cafeteras, pero en un momento me
di cuenta de que todo lo que estaba mostrándole probaba los increíbles
descubrimientos de los siguientes cuarenta años de su vida, descubrimientos que
se tomaban como supercherías y disparates sólo porque todavía no había nadie
que pudiera interpretarlos. Como si hubiéramos ido a la época de la peste
bubónica y hubiéramos curado un moribundo con un mero ciclo de antibióticos; el
amanecer del mundo moderno tenía sus sombras, y muy oscuras. Las horas volaron
sin darnos cuenta; ya era entrada la noche, cuando me cansé.
-Bueno, ya me exprimió
bastante, y no vi nada. ¿Como lo hace?
-¿Cómo hago qué? A esta
altura, usted misma puede responder su propia pregunta, sabe más de mi que yo
mismo.- dijo, encendiendo el penúltimo cigarrillo y me dio el último-Tome,
tengo más.
-Creo que me estoy
intoxicando; hace mucho tiempo que no fumaba, hay restricciones muy duras al
cigarrillo incluso en espacios abiertos, y eso lleva a dejar el hábito. Hay que
esconderse para fumar. De todas formas, mis compañeros rusos fuman y así varios
fuman en el grupo. Nosotros, para manipular arcos voltaicos de gigavatios
usamos cotas de malla, jaulas de Faraday, aislamientos especiales, ¿cómo usted
puede dejarlo pasar a través suyo así nomas? Toda la vida quise ver eso.
-Será que soy el hijo
de Perún. Cuando nací, mi madre dijo que era hijo de la luz, nací en medio de
una tormenta eléctrica al caer un rayo; pero la gente del pueblo decía que era el
hijo de Perún, el dios del rayo en nuestra mitología. -se rio y se levantó del
taburete donde llevaba horas; fue hasta un oscilador mayor y lo encendió, y vi
tres bobinas de dos pisos de altura y dos menores- No hay ningún misterio, solo
hay que manejarlo con cuidado, en las condiciones adecuadas, después se las
detallo y deslumbre a sus compañeros.- dijo y extendió la mano hacia una
bobina; un rayo explotó con ruido de derrumbe, y se proyectó a su mano con el
resplandor enceguecedor de un arco de soldadura- Puede dar molestias por días al
que no está habituado, pero yo no siento nada; si se anima…- por un momento me
abalancé, pero poco favor iba a hacer electrocutándome, yo no era él; me miró y
extendió la mano:- Vamos, haga algo que no hace nadie: tome mi mano y vamos. No
la suelte para nada hasta que yo le diga, se le va la vida en eso.-la tomé y
sentí un hormigueo, estaba desconectado pero conservaba la carga todavía. Pero
también sentí un nudo en el pecho que no tenía nada que ver con el campo
electromagnético. Entró en contacto de nuevo, y sentí como un golpe en el
pecho, y la sensación pronto dio paso a un relajante cosquilleo, era como estar
en el fondo del mar, rodeados de una niebla azulada, el cabello flotando en el
agua y …caray, estaba flotando de veras, tan intenso era el campo magnético que
generaba que me había levantado al menos veinte centímetros del suelo; por un
segundo pensé que había perdido tierra, pero estábamos cerrando circuito con la
otra bobina, y era un instante mágico. Mientras, él se divertía mirándome.
-¿Le gusta?- apenas se
oía en medio del trueno de la descarga, así que asentí con la cabeza, no quería
romper el momento poniéndome a gritar como una descosida. De repente, me tomó
por la cintura y me besó, así de simple. El tiempo se suspendió, sólo éramos
los dos, y parecía perder noción de estar separados, sentía que éramos uno con
el Universo, y creo que él también, esos momentos mágicos en que se desea que
las estrellas detengan su marcha. Pero un olor a quemado y un chisporroteo nos
sacó del Edén: las bobinas se estaban sobrecargando, y hasta las paredes
temblaban, bueno, eso sí que fue hacer temblar la tierra, pensé. Él recuperó la
compostura en un segundo, y solo dijo:
-¡No se suelte hasta
que le diga!- bajó una mano y descargó a tierra, recién en ese momento pudimos
despegarnos y caer pesadamente en la tarima aislante. Corrió a apagar el fuego
que comenzaba a ganar uno de los osciladores, y yo me quedé sentada donde había
caído, entre contracturada e impactada, llena de hormigas de todos los colores
y gustos. Tenía lo suyo el tema, ahora entendía un poco porque las mujeres le
daban completamente lo mismo sexualmente hablando; pero igual traté de romper
el hechizo, sentía que iba por terreno pantanoso.
-Necesita matafuegos de
nieve carbónica; solo necesita tubos de acero a presión, así que podría
encargarlos. De paso, tendrá una nueva patente, todavía no existen. No le
aconsejo el polvo químico de fosfato monoamónico, es un ambiente muy cerrado y
es peligroso.
- Voy a tener en cuenta
la sugerencia, con estos equipos es imposible usar agua, sería una catástrofe.-
dijo sofocando el fuego con paños gruesos como lonas. Se sentó a mi lado y se
quedó pensando en algo- ¿Se da cuenta de que sobrecargamos el equipo? Esto está
preparado para diez millones de voltios, y la energía de dos seres humanos lo
desbordó.
-Creo que esta energía
fue lo que desbordó la máquina.- dije, y volví a besarlo; pero él seguía
absorto en sus pensamientos, aunque no ausente. Me separó y apretándome los
brazos, dijo exultante:
-¿Se acuerda de lo que
hablábamos el otro día, del equilibrio del Universo?¡Esto es el equilibrio, lo
conseguimos, somos las dos caras de la misma moneda, y eso es lo que se conjuga
con la mecánica universal!¡Nunca lo había pensado!-volvió a sentarse serio, y encendió
otro cigarrillo; el anterior se había consumido en vano en un cenicero-Pero no
cualquiera, debe ser perfecto, la conexión debe ser perfecta; lo supe el primer
día que la vi, Ann. Usted debe ser mi esposa, no tengo dudas.-nos miramos sin
aliento- ¿Dejaría su mundo por mi?
¿Me había despertado
esa mañana, estaba soñando, o Nikola Tesla me estaba proponiendo matrimonio?
Sentía que mi cara se ponía como el fuego, ¿qué hacía? Mi corazón decía a
gritos que si, pero mi cerebro estaba con mi equipo allá lejos en el tiempo.
-Por favor, seamos como
Marie Sklodowska y Pierre Curie, se han comprometido para seguir trabajando
juntos; si me dice que si, se que haremos historia de verdad, como se que ellos
van a hacerla. ¿No ha pensado en el Nobel de Física, Ann? Usted y yo, Ann,
podemos ser imparables, ¡podemos cambiar la Historia!
Me abrazó con todas sus fuerzas, aún cargado
de estática, ¡estaba rompiendo todas sus manías conmigo! Eso sólo podía
significar que realmente yo era algo que escapaba totalmente a toda regla para él;
quizás no me consideraba ni como mujer, sino como una especie de ser de otro
universo, y después de todo, en cierta forma lo era. Pasó por mi mente todo el
escenario: poder organizar sus descubrimientos, cuidar las patentes que él
dejaba al viento, repatentar las que estaban por vencerse y serían robadas,
conformar a los financistas como hacíamos en Wardenclyffe, con pequeñas
patentes prácticas que les dejaran dinero para dedicarnos a lo grande sin
depender de otros ni estar mendigando, adelantar miles de nuevas patentes,
recrear la tecnología del siglo 20 y 21 que conocía de memoria….¡Le estaba
torciendo ferozmente el brazo a la Historia! Pero ¿hasta dónde la sociedad de
ese tiempo iba a tolerar el matrimonio con alguien aparecido de la nada en unos
pocos días, porque se iba a saber que ni Ann Anderson ni Lord Woodham habían
existido jamás y así iba a quedar reducida a los ojos de ese estrecho círculo a
una simple aventurera, y desdeñando nada más y nada menos que la mano de una de
las mayores herederas del mundo por mí?¿Hasta dónde íbamos a conseguir los
fondos que necesitábamos si desairaba a la niña de los ojos de JP Morgan? ¿No
iba a convertirse en una cadena de fracasos? Si necesitaba tiempo, sabía que
disponía de una semana; pero eso debía frenarse ya. Era de esas cosas que no
permitían el “dame tiempo para pensarlo”; sentía que las lágrimas me caían
imparables, no podía hacerlo, pero tenía que hacerlo, y me sentía morir. Lo
amaba con toda mi alma, sabía que me iba a derrumbar, nunca me había pasado
algo así, con la mente completamente absorbida por la ciencia todo el tiempo,
no había tenido jamás un novio ni una relación más o menos íntima ¿y tenía que
pasarme esto?¿Amar a alguien del otro lado del tiempo? No podía parar de
llorar, pero traté de recomponerme lo suficiente para hablar:
-Nick, no tiene idea de
lo feliz que me hace, pero es imposible. La Historia ya está escrita, y ese
círculo social que frecuenta es inflexible con los que rompen las reglas; no
lograríamos nada, y usted perdería todo lo que todavía puede hacer. Mañana a la
noche muy posiblemente sicarios de Edison, si no son de Morgan al enterarse de
su marcha atrás con su hija, van a incendiar este laboratorio, de todo lo que
nos rodea no van a quedar más que hierros retorcidos; pero todavía falta mucho
por hacer. Sólo ponga a salvo sus papeles, ¿si? Es lo único que le pido; yo le
doy mi amor incondicional por lo que me quede de vida.
El me miraba con los
ojos brillando, como si fuera a echarse a llorar también; pero respiró hondo y
se sacó un chevalier de oro que llevaba en la mano derecha.
-Acepto sus razones,
Ann; son reales, puede valerme la condena social definitiva en esta sociedad
puritana, más que supongo que ha viajado con una vida inventada y eso la pone
en el papel de una meretriz aventurera francesa; y tengo muchos planes y
aliados todavía. Pero yo también quiero darle mi voto definitivo.- me tomó la
mano, y me deslizó el anillo, dos tórtolas enlazadas, en el anular-Con este
anillo la desposo ante el Orden Universal que pongo por testigo; usted será mi
esposa para siempre a través del espacio y el tiempo.
Nos abrazamos con todas
nuestras fuerzas, ahora lloraba pero de felicidad, seguía siendo un sueño, un
sueño cumplido. No me importaba mas nada, porque ahora sabía porqué había
mantenido casi cincuenta años de celibato sin que nada lo obligara: por mí. Ya
llegaba a pensar que no era un hombre, sino un Ser de una Inteligencia superior
de otra galaxia; me daba cuenta porque no les había costado tanto a algunos
místicos de la época creer que venía de Venus o de Marte. Lo miré a los ojos y
le dije:
-Quiero llegar a destino en este viaje sentimental, Nick. ¿Está de acuerdo?
-Quiero llegar a destino en este viaje sentimental, Nick. ¿Está de acuerdo?
-Totalmente.- dijo,
echando mano a la espalda del vestido; debajo de la supuesta abotonadura había
una cremallera, para mí sola hubiera sido imposible ponérmelo.
-Es un zipper, ya está
inventado pero se perfeccionará en unos años y tardará en usarse en ropa. Le
regalo otra patente.-dije bajándome el cierre.
-No es lo mío. Que su
dueño se haga cargo. ¿Ha leído sobre yoga tántrico?
-Si, algo. ¿Quiere enseñarme
algo en la práctica?- dije, y nos besamos. Si esa noche tembló la tierra y hubo
rayos, no fue solo por su culpa.
Un insistente pitido de
alarma me despertó; por un momento creí que estaba en mi dormitorio en el
campus de Columbia. En el momento siguiente me di cuenta de que lo que sonaba
era el temporizador y me senté de un salto; él dormía sobre mi pecho, me había
cubierto con mantas que usaba cuando a veces se quedaba a pasar la noche
trabajando en el laboratorio.
-Dios, ¡me quedan
quince minutos y estoy en pelotas, carajo!- grité en castellano absolutamente
olvidada de dónde y con quién estaba; él se despabiló de golpe, estaba
habituado y nunca dormía más de dos horas. Salté dentro del vestido como
estaba, estaba con todo el equipo interior completo (ahora entendía porque las
francesas habían inventado esos calzones abiertos), él me lo cerró y me eché
encima el abrigo así nomás, bajamos corriendo las escaleras, y salimos a la
calle oscura corriendo hacia Central Park por la Quinta. No había un maldito
carruaje y se me retorcía el alma de desesperación, ¿qué, estaban de huelga?
-Pero ¿por qué nunca
hay un coche cuando lo necesitas? –grité casi histérica. El me puso la mano en
el hombro.
-Vamos, tranquila, ¿dónde
es?
-¡El South Pond de
Central Park!¡Dios, no llego!
-Estamos cerca, no se
enloquezca, use esa energía para algo y comience a correr.
Echamos a correr, mejor
dicho prácticamente él me arrastraba, hasta que comenzamos a ver las rejas del
parque.
-Vamos, conozco una
entrada sobre el estanque.- corrimos hacia allá mientras oía el ominoso pitido
de los cinco minutos que faltaban para que Aleksei abriera el portal; me di
cuenta de que me había dejado el Smartphone y el taser arriba del tablero, pero
solo me importaba llegar. Llegamos y caímos sin aliento sobre el pasto húmedo
de aguanieve junto al estanque. Cuando pudo hablar, me dijo:
-Por favor, prométame
que voy a saber de usted, ¿si? Si vienen tiempos duros, no me deje solo.
-Se lo prometo, Nick.-
nos besamos por última vez, había comenzado el conteo del último minuto- De
alguna forma siempre va a saber de mi, ya me las arreglaré. Pero por favor,
ponga a salvo los papeles, no los deje tirados por todos lados, ¿si?
-Busque en
Wardenclyffe, Ann; van a tener una sorpresa. No se preocupe por el hotel y su
equipaje, yo lo arreglo.
Nos besamos por última
vez y me paré en el punto exacto junto al lago, al comenzar el conteo
regresivo; comenzó a rodearme una burbuja de niebla azul celeste que fue
intensificándose entre pequeñas descargas violeta, el azul comenzó a volverse más
profundo hasta que se fundió con el azul de sus ojos, y le lancé en el último
segundo el temporizador con un beso; ya no lo necesitaba.
Abrí los ojos, y sentí
aplausos al apagarse el generador. Mis compañeros se abalanzaron sobre mí, los
muchachos me palmeaban, las chicas me abrazaban, el viaje había sido un éxito.
Aleksei se adelantó y me dio la mano:
-Felicito a la
científica mas valerosa que ha dado este siglo; y ahora vamos a tomar un café,
novedades, quiero novedades ya- dijo agitando su melena rubia de cosaco; me
esperaban con un brindis, ya estaba saturada tanto de champan como de café,
pero compartí una copa con mis compañeros, y solo les dije, antes de ir al
despacho de jefe de proyecto de Aleksei:
-Chicos, pónganse a
buscar, sobre todo bajo tierra y en las paredes, busquen en todo el complejo,
denlo vuelta, ¡pronto!
-Ya oyen, ¡comiencen
ya!-gritó el cosaco- Bueno, ya es suficiente festejo, necesito la crónica del
viaje. Y de paso, explícame porque estas tan desaliñada, ¿rodaste por la calle?
-en la euforia del momento no me había dado cuenta de que estaba hecha una
piruja, tenía los pelos parados como el Sol de Mayo y la ropa toda torcida; y
bueno, efectos secundarios del viaje en el tiempo, me dije y pensé que más
valía omitir esa parte. Era científicamente irrelevante y si él jamás lo había
compartido, no tenia porqué hacerlo yo; teníamos un voto, pensé tocándome el
anillo en el dedo. Él lo notó:- ¿Un regalo?¿Te hizo un regalo?- asentí con una
sonrisa de Gioconda- Bueno, hemos tenido más éxito del que esperaba.
-Al menos completé la
misión; pero me dejé en su laboratorio el smart y el taser.- él me miraba con
una mezcla de admiración y envidia mortal; no había teslian que no hubiera
querido estar ahí, y él era uno de los más viejos que quedaban en campaña,
había entregado a Tesla su vida personal; bueno, no quitaba que pudiera viajar
él a conocerlo.
-Como si importara;
vamos, que te quiero escuchar.
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